Solvencia frente a cobardía

El primer día de la sesión de investidura nos permitió confirmar que la principal diferencia entre el candidato designado por el Rey y el presidente en funciones del Gobierno de España no es ideológica sino ética y moral.
Alberto Núñez Feijóo ha cumplido en fondo y forma el encargo del Rey y defendió ante la Cámara el mismo proyecto con el que se presentó a las elecciones. Fiel a esa promesa política, que no electoral, Núñez Feijóo reafirmó ante los diputados nacionales que no está dispuesto a ser presidente a cualquier precio ni a serlo rompiendo el compromiso que selló con los españoles cuando les pidió su confianza y su voto.
Francamente, creo que Núñez Feijóo hizo el discurso en el que se encuentra la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchos de los que votaron otras opciones políticas en 23J u optaron por no votar. Fue sólido y tocó todos los temas que son importantes para los españoles; fue el discurso de un hombre que ama a su país por encima de las siglas de su partido y que, por eso mismo, está dispuesto a defender su autonomía política y la dignidad de las instituciones frente a quienes mercadean con lo más sagrado, con la libertad y la igualdad de todos los españoles.
Al otro lado del Hemiciclo, fiel a sí mismo, estaba Pedro Sánchez. Maleducado, chulesco, prepotente… Como siempre, vaya. Pero también hemos visto el rostro más oculto del personaje: el rostro del cobarde.
Hay que ser muy chulo y tener muy poco respeto a las instituciones para no guardar siquiera las formas frente al candidato que representa al primer grupo de la Cámara y que ha sido designado por el Rey para este trámite constitucional y esencial de la vida parlamentaria. Pero que Sánchez no respeta las instituciones y que es un déspota está más que demostrado. Su renuncia a darle la réplica a Núñez Feijóo desvela un aspecto menos señalado de su personalidad: la cobardía. Él -como cuando no se atrevió a quedarse en el Hemiciclo a votar la reforma de la ley que sigue poniendo a violadores en las calles- espera que nos enredemos con sus gestos de chulería y prepotencia y que no caigamos en la cuenta de que es esencialmente un cobarde que no se atreve a debatir cuando él o sus acólitos no pueden marcar las reglas del juego, cuando no pueden hacer trampas, ya sea escondiendo las urnas tras las cortinas, ya sea cerrando el parlamento para impedir que los diputados ejerzan el control constitucional sobre el Gobierno.
Hoy hemos visto a Sánchez en toda su ínfima dimensión humana y política. Qué tipo tan cobarde, incapaz de defender en sede parlamentaria lo que está haciendo con nocturnidad y alevosía en los despachos… Qué tipo tan cobarde, escondido detrás de su amigo el ex alcalde de Valladolid, este tipo que la noche electoral de las elecciones municipales culpó a Pedro Sánchez del resultado por «imponer la dinámica nacional a la local» y afirmó que «me hubiera dolido más perder por errores propios…».
Hay que ser muy cobardón para mandar de señuelo a Óscar Puente, el tipo que durante la campaña de las generales y preguntado por la propuesta del PP para que gobierne la lista más votada defendió la legislación aplicable en el ámbito municipal recalcando que «ojalá la hubiera en el Parlamento de España y en los parlamentos autonómicos» para que en el caso de que no haya mayorías absolutas para elegir presidente se evite la repetición electoral, que supone una «inestabilidad», y que gobierne la lista más votada.
Hay que ser muy, muy cobardón para esconderse tras ese clon suyo que repite las mentiras con la soltura del acostumbrado a que no le replique nadie. Hay que ser muy prepotente para pensar que Núñez Feijóo iba a seguir el señuelo y no iba a utilizar su tiempo para reiterar lo importante: las mentiras, los engaños, la deslealtad para con quienes votaron PSOE, el desprecio a las instituciones y a sus representantes… Para ir «a las cosas», que diría Ortega y Gasset.
Estuvo bien que Feijóo siguiera apelando al voto en conciencia de todos los diputados, que les pida que voten en el Hemiciclo lo mismo que propusieron en los mítines o debates cuando pedían el voto a los ciudadanos, lo mismo que escribieron en sus programas electorales. Estuvo que Núñez Feijóo les pidiera a los diputados que si tienen que elegir entre su compromiso con los ciudadanos y su obediencia a la sigla elijan a los ciudadanos. Estuvo bien que, en la Cámara en la que se reúnen los representantes de la soberanía nacional, Núñez Feijóo defendiera el patriotismo de país frente al nacionalismo de partido.