Opinión

Simón debe dimitir

Hay un personaje del mundo de la animación que guarda un gran parecido con Fernando Simón, el director de las Emergencias Sanitarias del Gobierno. Me refiero a Simon Bar Sinister, científico loco enemigo de “Underdog”, serie de los años 60. Su frase más recurrente era “Simon says!” (¡Simón dice!). Desde la izquierda y sus medios afines hay una brutal campaña para blanquear su imagen, por querer exagerarnos su supuesta naturalidad y espontaneidad que nos repitieron hasta la saciedad el episodio donde un día casi se atraganta con una almendra en medio de una comparecencia de prensa. Y a mí que. Yo no quiero un tipo gracioso que salga a diario a dar la cara para describir lo que acontece con la evolución del coronavirus, sino que quiero un experto reputado que salve vidas. Pero Fernando Simón que ahora habla con grandilocuencia de la importancia que tiene la responsabilidad individual de cada uno de nosotros para evitar nuevas olas de expansión de la pandemia, olvida precisamente sus actos irresponsables, declaraciones imprudentes y su pésimo optimismo durante todos estos meses que nos han arrastrado al peor lugar del ranking del coronavirus en el mundo, en el lugar que ningún país quisiera estar, pero España está.

Esta semana conocimos la dimisión del homólogo de Simón en el Reino Unido por saltarse a la torera los principios del distanciamiento social y confinamiento que a diario predicaba desde el púlpito televisivo a la población británica. El lío de faldas me da igual. Su dimisión fue fruto de la incoherencia de su discurso con su comportamiento. La falta de respeto a una población británica que como la española está haciendo enormes sacrificios personales y económicos para que el país pueda superar la pandemia. A diferencia de lo acontecido en el Reino Unido, muy propio de cualquier democracia y de la rendición obligada de cuentas de todos los cargos públicos, lo ocurrido en este gobierno es más habitual en los Ejecutivos dominados por la izquierda ideológica. Por un lado, está el populacho que debe seguir a pies juntillas las reglas impuestas por quienes nos gobiernan, y los que nos gobiernan que dicen una cosa y luego hacen lo que les da la gana. Fernando Simón se comporta cual Comisario del Pueblo de Salud Pública de la Rusia bolchevique y su actitud está más cerca de las autoridades soviéticas en tiempos de la explosión de Chernobyl que de sus colegas de la Unión Europea. Y todo ello suma un cúmulo de razones más que evidentes para presentar su dimisión inmediata.

El vicepresidente soviético Boris Shcherbina se vio obligado cuando estalló la central nuclear ucraniana a elegir entre la visión del Estado y los hechos. Al igual que 34 años después ha hecho Fernando Simón. Negó la crisis sanitaria, anunció que no había coronavirus en España más allá de tres o cuatro casos y se empeñó en repetir durante semanas que no había coronavirus en España. Luego dijo que el cierre de colegios no servía para nada, que incluso era contraproducente, que las mascarillas y la toma de temperaturas no servían para nada y que nuestro sistema de salud estaba de sobra preparado para lo que luego se vio que hizo aguas porque resulta imposible detener la ola de un tsunami. Cuando la realidad se transformó en tozuda y se aprobó el estado de alarma, dijo que los efectos del confinamiento se observarían en días cuando hemos tenido que soportar más de seis semanas para ello, mientras las cifras de muertos diarios, de personas que podrían haber tenido mejor destino si se hubieran adoptado medidas cuando todos los españoles corríamos peligro, crecían exponencialmente.

Simón no actúa como experto, ni científico, ni doctor, sino como Sancho Panza político de un gobierno. Su sueldo corre a cargo de todos nosotros, pero él parece estar ahí por razones ideológicas. Ante la situación del virus, yo he decidido actuar con responsabilidad, pero no porque me lo diga Fernando Simón, ni me lo diga Salvador Illa, ni Mr. Bulo (Pedro Sánchez). La credibilidad que tienen ellos para mí es nula. Ni nos representaron, ni nos protegieron. Fueron negacionistas del coronavirus y se nos presentan ahora como grandes héroes. Aún querrán que les demos las gracias.