Opinión

El sanchismo ‘txapotea’ en el fango de la corrupción

Una cosa es el respeto a la presunción de inocencia y otra, bien distinta, mostrarse indiferente ante el cúmulo de casos de corrupción  que afectan directamente a Pedro Sánchez, no sólo como presidente del Gobierno, sino como esposo y hermano. Los informes de la Guardia Civil sobre la trama Koldo, el que fuera asesor del ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, dibujan un escenario marcado por un clima corrupción a gran escala en el que un departamento ministerial casi al completo y la propia Guardia Civi -en la que lograron infiltrarse los miembros de la trama- se convirtieron en feudo para que un empresario sin escrúpulos, Víctor de Aldama, hiciera y deshiciera a su antojo hasta el punto de concertar una cita en Barajas entre un ministro y la número 2 de la dictadura venezolana, Delcy Rodríguez, que tenía prohibido pisar territorio español por decisión de la UE. Y todo ello con el visto bueno de Pedro Sánchez, que escribe un explícito «bien» cuando es informado del encuentro.

Por si fuera poco, la trama se extiende por ministerios y comunidades autónomas gobernadas por el PSOE que se prestaron a pagar las comisiones marcadas por Koldo y su equipo en la venta de millones de mascarillas -muchas de ellas inservibles- durante la pandemia. Al tiempo, la trama consigue del Ministerio de Industria licencias  para la venta de hidrocarburos a empresarios afines, que pagan el favor con 90.000 euros que entregan en bolsas en la mismísima sede socialista, en la madrileña calle Ferraz. Sólo ese fraude ha causado a la Hacienda Pública un agujero de 182 millones de euros, pero el Gobierno mira por otro lado y sigue insistiendo en que todo forma parte de una operación de acoso y derribo contra Pedro Sánchez, cuya mujer y su hermano están siendo investigados por corrupción.

Imaginemos que todo esto le hubiera sucedido a Mariano Rajoy. Si los escándalos de corrupción que rodearon al anterior Gobierno del PP terminaron como terminaron -con una moción de censura que propició la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez-, lo de ahora es infinitamente más grave: Pedro Sánchez tiene a su mujer y a su hermano imputados y a parte de su Gobierno metido de lleno en una trama corrupta que sólo acaba de empezar. Y, mientras, «Txapote» y sus sanguinarios secuaces a punto de salir de prisión.