Opinión

Sánchez utiliza la tragedia de Valencia como vil coartada política

Quedaba esperar -era cuestión de tiempo- que Pedro Sánchez hiciera cumbre en la ignominia de la tragedia que ha asolado Valencia. Su ascensión a la infamia está siendo una escalada por etapas en la que chapotea sobre el fango y los muertos sin importarle otra cosa que su supervivencia política. Es la apoteosis de la degradación moral, la quintaesencia de la indignidad.

Se ha superado a sí mismo y ha vinculado las ayudas a los damnificados y a la reconstrucción de lo devastado a la aprobación de los Presupuestos, una obscena extorsión, ya no sólo al PP, sino a un territorio y a un país entero, porque condicionar las ayudas al apoyo a su Gobierno es mercadear vilmente con el sufrimiento del pueblo, mercantilizar políticamente el dolor.

Sánchez no tiene barreras éticas ni frenos morales: es un trilero sin escrúpulos capaz de cualquier cosa para seguir en el poder. Incluso aprovechar en su beneficio la muerte y la desolación. Hay que estar hecho de una pasta muy ruin para ofrecer un chantaje como este. Si ya había motivos más que suficientes para negarle el apoyo a los Presupuestos, ahora rechazarlos es una obligación moral, la única respuesta a la indecencia.

Porque servirse de la necesidad de un pueblo que trata de salir adelante entre la muerte y el espanto como instrumento de presión política es de una obscenidad insuperable. Pedro Sánchez utiliza el sufrimiento de Valencia y de España entera como vil cortada política. Es de tal abyección su maniobra que da asco. Provoca repugnancia comprobar cómo el presidente del Gobierno ha descubierto en la tragedia una oportunidad para seguir haciendo negocio. A esto se le llama explotar el sufrimiento de un pueblo.