Opinión

Sánchez, ¿te has afiliado al PP de Madrid?

Un tonto no es una persona que se equivoca, el fallo es consustancial al ser humano, sino más bien aquél que repite el mismo error una y otra vez, otra y una vez, como el heroinómano que insiste en arrumbar su salud metiéndose caballo a sabiendas de que su cuerpo saltará por los aires o como el trastornado que se pega compulsivamente golpes contra la pared pese a que cada vez que lo hace le han de aplicar varios puntos de sutura. Y, a sensu contrario, por algo dicen que de sabios es rectificar, aunque la frase completa es aún más bella: «Errar es humano, perdonar es divino y rectificar es de sabios».

La legión de propagandistas monclovitas ha asentado en el imaginario colectivo la especie de que Pedro Sánchez es «muy listo», cuestión que yo desmiento categóricamente sobre la base del conocimiento que tengo del sujeto. No osaré afirmar que el todavía presidente del Gobierno es tonto de remate pero sí que no es el tío más espabilado del planeta ni tampoco de la Península Ibérica. Lo que sí puedo afirmar y afirmo es que es el ser más desahogado en 2.000 millas a la redonda. Ése es el verdadero y único secreto de su éxito: su ausencia total de principios morales y éticos. Es como lo de hacer dinero en la vida, por las buenas es complicadísimo; saltándote la legalidad, sencillísimo. Que se lo digan o se lo cuenten a los narcos o a los corruptos.

A nuestro protagonista le ha ido bien a corto y medio plazo en política —veremos a largo— porque los valores se los pasa por el forro de los caprichos, como demostró desde el minuto 1 urdiendo una tan legal como bastarda moción de censura en 2018 de la mano de quienes habían asesinado a 856 españoles, 12 de ellos socialistas, ETA-Bildu, de los que habían perpetrado el segundo golpe de Estado de la democracia nueve meses antes, ERC, y de esos hijos putativos de Maduro que le provocaban pesadillas hasta que vio la posibilidad de abonarse al Falcon. A este cóctel hay que agregar el indiscutible instinto criminal, ganador, que atesora el personaje, fruto seguramente de esos tiempos de jugador amateur de baloncesto en los que intentaba suplir con garra la ausencia total y absoluta de talento en el arte de meterla en la canasta.

Pensarán que sostengo que Pedro Sánchez es cortico porque me cae mal, ciertamente el personaje, que no la persona, me cae fatal, pero en las próximas líneas van a comprobar que no es así, que es una aseveración fundamentada en lo empírico, en la estadística, en resumidas cuentas, en la contumacia en el error. El ejemplo paradigmático es su guerra contra Isabel Díaz Ayuso en la que ha demostrado ser tan chulo como estólido. Intentaron matarla civilmente por tierra, mar y aire de 2019 a 2021 con una campaña ad hominen sin igual en 46 años de democracia que degeneró en gatillazo. Y ahora continúan en las mismas como el Don erre que erre del gran Paco Martínez Soria.

El ejemplo paradigmático es su guerra contra Isabel Díaz Ayuso, en la que ha demostrado ser tan chulo como estólido

Cuando la proclamaron presidenta de la Comunidad de Madrid esparcieron la basurosa especie de que es tonta. Lo cual certificó su infinita prepotencia: a Isabel Díaz Ayuso se le puede llamar de todo menos lerda. Como quiera que no funcionaba la patraña, Moncloa Productions le dio a la manivela y se inventó que estaba IDA jugando con las siglas de su nombre, olvidando que la presidenta es en realidad INDA (Isabel Natividad Díaz Ayuso). El periodismo patrio, socialcomunista en un ochenta y tantos por ciento y cómplice de estas campañas, hizo agua por enésima vez. Visto lo visto, da la impresión de que está más cuerda que todo el Consejo de Ministros junto.

Llegó la pandemia y el listillo, que no listo, de Pedro Sánchez volvió a decretar la muerte civil de su bestia negra. Lo primero fue acusarla de «corrupta» tras mudarse a un apartahotel del bueno de Kike Sarasola. La presidenta, que vivía por aquel entonces en un apartamento cinco veces más pequeño que el casoplón del delincuente de Pablo Iglesias (60 metros cuadrados frente a casi 300), optó por mudarse al contraer el Covid para no contagiar a su madre. La prensa progre montó en cólera al enterarse que abonaba 80 euros por noche cuando la habitación costaba normalmente 220. Olvidaban deliberadamente un nada insignificante detalle: el inmueble estaba prácticamente vacío por razones obvias, la pandemia estaba en su cenit.

Luego le montaron la mundial por apostar por el aperturismo durante la pandemia, por compatibilizar economía y salud, por cierto, por implementar la misma estrategia que el Gobierno socialdemócrata sueco. Forzaron las estadísticas con el tan indisimulado como repugnante objetivo de que la población concluyera que era una asesina, una kamikaze o una negligente. Volvieron a pinchar en hueso pues mientras toda España estaba cerrada a cal y canto, Madrid experimentaba cifras de muertos y contagiados por debajo de la media. Como quiera que no le funcionaba nada, el indeseable de Sánchez apareció en escena cual perdonavidas para «ayudarle [sic]» a solucionar el marrón vírico madrileño que sólo existía en su calenturienta mente.

Llegó la pandemia y el listillo, que no listo, de Pedro Sánchez volvió a decretar la muerte civil de su bestia negra: otra vez pinchó en hueso

La retó a un encuentro cara a cara, su oponente recogió el guante y le citó en la Real Casa de Correos. Pedro Sánchez llegó a Sol como es él, con sus andares de pistolero de Western barato, y la tonta de Ayuso le montó una emboscada de la que aún no se ha recuperado: una rueda de prensa conjunta en la que había tantas banderas de Madrid como de España dando la sensación de cita entre iguales, de cumbre bilateral. Aquel día de septiembre de 2021 el presidente del Gobierno puso la guinda al personajazo que Ayuso es a día de hoy.

Como quiera que el marido de Begoña Gómez es cortico pero tenaz, ordenó a Iván Redondo que le hiciera un Rajoy a su bestia negra. La moción de censura fracasó en Murcia, en Castilla y León y, finalmente, en Madrid, donde la presidenta les sorprendió con una maravillosa disolución de la Asamblea que dejó a Pedro Sánchez literalmente en bragas. Luego llegaron las elecciones del 4 de mayo y la tonta y loca de Isa les endosó una tunda que los dejó turulatos para el resto. Los socialcomunistas se metieron de hoz y coz en eso que los psiquiatras denominan la estrategia del error permanente: fallas una vez, fallas otra, vuelves a pifiarla, te desesperas y acabas metiendo la pata sistemáticamente.

El siguiente hito fue la campaña que, a pachas con el quintacolumnista monclovita Teodoro García-Egea, pusieron en marcha a la desesperada: el hermanísimo se había aprovechado del drama de la pandemia para forrarse. Nuevo fiasco. Tomás Díaz Ayuso lleva un cuarto de siglo en el sector sanitario y, para colmo, cobró 50.000 euros por una compraventa de mascarillas, lo cual oscila entre lo ridículo y lo angelical teniendo en cuenta que este negocio movió miles de millones sólo en la región de Madrid. Cómo serían las cosas que tanto la Fiscalía Anticorrupción a las órdenes del autócrata como la Europea, en manos de una enemiga del PP en el caso que nos ocupa, dictaminaron que no había delito ni se le esperaba.

Los ciudadanos de bien de Madrid te damos las gracias, querido Pedro, por seguir contribuyendo a crear el mito de Isabel Díaz Ayuso

La prueba de que siguen KO es la cantidad de montajes que continúan pergeñando. Primero fueron las navajas y las balas que se autoenviaban socialistas y podemitas durante la campaña de las autonómicas madrileñas. Y ahora la han intentado liar con una macarrada que ni un borrachuzo de tres al cuarto monta a las puertas de una discoteca: el ministro de la Presidencia intentando entrar por sus bemoles en la tribuna de autoridades de la Fiesta de Madrid el martes pasado. La imagen del machaca Félix Bolaños forcejeando con la Manuela Malasaña del siglo XXI, Alejandra Blázquez, jefa de protocolo de la Comunidad, retrata no sólo al interesado sino a un Gobierno que ha vuelto a quedar a la altura del betún. Las decenas de memes que corren por la red desde el martes son la prueba del nueve de que la chulería ha degenerado en pitorreo. Ya lo advirtió el gigantesco Tarradellas: «En política se puede hacer de todo menos el ridículo».

El martes al mediodía, la presidenta del PP de Madrid tenía 71 escaños, según la encuesta de Data 10-OKDIARIO. A las 12.01, rifirrafe del pobre de Bolaños mediante, se fue a 72 ó 73. Al punto que yo me pregunto si Pedro Sánchez no es en realidad un infiltrado del PP en el PSOE porque si bien es cierto que Ayuso es el mayor talento político joven de España, no lo es menos que el marido de Begoña Gómez ha contribuido a transformarlo en mito primero y en mártir después tras desvanecerse el caso de no corrupción de Tomás Díaz Ayuso, es decir, en un producto infalible. Los ciudadanos de bien de Madrid te damos las gracias, querido Pedro. Sin ti, la pedazo de mayoría absoluta de dentro de tres domingos no hubiera sido posible. Una preguntita sin maldad: ¿En qué partido militas tú? ¿En el PSOE o en el PP de Madrid? Otra igual de inocente: ¿estás a sueldo de la presidenta de la Comunidad? Lo digo porque no se puede hacer más el tonto con el adversario en menos tiempo. Sea como fuere, gracias, gracias de corazón porque todo comenzó contigo. Con enemigos como tú, Isa no necesita amigos.