Opinión

Sánchez ‘de perfil’ ante otro desacato judicial de sus aliados

De «ejemplar» autocalificó Sánchez a su Gobierno durante el acto convocado para celebrar la pasada semana con sus diputados y senadores, el día en que se cumplían exactamente los cuatro años de su investidura por el Congreso. Este majestuoso autoelogio ya da una idea del concepto que tiene de la ejemplaridad, quien llegó a la Moncloa y en ella se mantiene, durmiendo plácidamente sin importarle el insomnio que pueda provocar en el «95% de  los españoles» escoger a tan ejemplares compañeros para «gobernar».

La última entrega de esta desdichada hoja de servicios la constituye el contencioso judicial que se mantiene en Cataluña entre el Govern de la Generalitat y el TSJC en torno a la presencia del castellano en el sistema educativo público. No es una cuestión menor que un gobierno autonómico se permita desobedecer con publicidad alevosa, un fallo judicial firme, y que se produzca además mientras el Gobierno de la Nación se pone de perfil para no contrariarles, porque los tiene como aliados políticos imprescindibles para seguir en la Moncloa. Como Sánchez apeló a su respeto a la «división de poderes· como uno de los  argumentos para demostrar su ejemplaridad, hay que destacar que ese presunto respeto suyo es radicalmente incompatible con su actuación en este caso, que además es de una particular sensibilidad y voltaje político.

La lengua es una  realidad esencial para toda identidad colectiva diferenciada, y fundamental para todo nacionalismo político, y ante su deriva secesionista en Cataluña es esta una cuestión que requiere de una exigencia de  absoluto respeto al orden constitucional. Es un dato llamativo  que se esté discutiendo en torno a acatar una decisión judicial para garantizar que la lengua oficial del Estado tenga una presencia de tan sólo un  25% en las clases como lengua vehicular, es decir de apenas una cuarta parte del horario escolar,  lo que no deja de ser un curioso bilingüismo que siempre se ha considerado al 50%. Este empecinamiento sólo se explica porque  responde a un proyecto  político que promueve  una auténtica obra de ingeniería social para conseguir una sociedad monolingüe. Lo que en el mundo actual, y en la Cataluña y España  actuales, sólo es imaginable en un Estado totalitario. Quizás sea debido a las evidentes conexiones que son conocidas y otras que son investigadas por un juzgado de Barcelona entre Puigdemont y su entorno, con el Kremlin y el entorno de Putin, que hayan encontrado inspiración en las políticas lingüísticas -practicadas unas, y que se anuncian otras- en Ucrania, en relación a las lenguas ucraniana y rusa en el Donbas y otras zonas en guerra con el objetivo de imponer una u otra lengua eliminando a la rival.

La sociedad catalana practica, de hecho, una convivencia lingüística entre el catalán y el castellano con normalidad y respeto, salvo en ámbitos donde el intento de imponer el monolingüismo es una estrategia política prioritaria. Se puede afirmar que el problema es ante todo un problema creado por el nacionalismo secesionista, condenado por la Justicia, indultado sin arrepentimiento por Sánchez y premiado teniéndoles como aliados decisivos para su Gobierno. Es oportuno recordar que la aplicación del artículo 155 de la Constitución no afectó a los medios de comunicación públicos de la Generalitat por exigencia del PSOE de Sánchez, y ahora se entiende mejor conociendo su relación con Puigdemont y que este relata en su libro de memorias De la investidura al exilio.

La lengua catalana no se encuentra en la actualidad ante ningún riesgo de desaparición como es evidente, lo que se alegaba como argumento para justificar la necesidad de su enseñanza en otros momentos de la historia. Ha pasado de ser considerada  una «lengua oprimida» a  ser instrumentalizadla como «lengua opresora» al servicio de un nacionalismo exacerbado negándoles a los niños el derecho a ser educados en su lengua materna como reclamaban -y con razón- en el pasado. Ahora, incluso, quieren controlar hasta el uso del castellano por los escolares en el recreo. Las lenguas son un instrumento al servicio de la comunicación libre entre las personas, no una herramienta al servicio de intereses de los políticos.