Opinión

Sánchez desencadenado

En su penúltimo y perspicaz movimiento político, el presidente del Gobierno adelanta elecciones con la intención de ser el capo di tutti capi de la izquierda, y amasar en su candidatura los votos de las mesnadas más radicalizadas, las que se levantan desayunando eslóganes y se acuestan consumiendo cuñadismo y rencor. Pero en esa huida hacia adelante, Sánchez decide abrasar la escasa centralidad que podría haber en el PSOE y convertirse en el déspota que siempre deseó ser, cuya patita ha ido enseñando decreto a decreto en esta legislatura. Podemos decir que Sánchez es ya indistinguible de la extrema izquierda, en tono, forma y mensajes. De hecho, se le ve a gusto con ese perfil chusquero, de barricada ideológica, con el que atiza a todo aquel que no le palmeé como su figura merece.

El pasado martes se despachó con insultos y descalificaciones contra la prensa, cuya sagrada libertad siempre debe estar por encima de los designios déspotas de un aspirante a caudillo. Amenazó a la oposición, a quien situó en una posición extramuros de la democracia, y dibujó un imposible asalto al Congreso si la izquierda no gobierna, que no gobernará. En pleno clímax trumpista, llegó a afirmar que iban a detenerle para que no gobernara. Cree el ladrón

No satisfecho con su discurso hormonado, empleó la reunión en el Congreso con sus cosificadas huestes, cuyo mérito está en la obediencia debida y en el dedo prieto, para dibujar una contienda en la que él es el mesías que parará a la extrema derecha, una ficción cada vez más real en su mente atribulada. Habrá repasado los mejores momentos discursivos de ídolos como Nicolás Maduro Lula da Silva o Cristina Kirchner, tótems del socialismo totalitario que aún hoy siguen arruinando economías y sociedades allí donde Zapatero hace fortuna a costa de parecer del pueblo.

Sánchez siempre ha sentido en su fuero interno el picorcillo de engañabobos revolucionario tan característico de la extrema izquierda, y algunos ya denunciamos, incluso en tribuna parlamentaria, que su pose de pijo moderado era en realidad un tacticismo seductor, con el que ablandar al IBEX y engañar a socios políticos y periodistas serviles. Donde más le calaron siempre fue donde mejor le conocieron. En ese PSOE que se ha empeñado en destruir hasta convertirlo en la Plataforma Sanchista de Obedientes Embusteros. Y ahora, en ese punto de no retorno, se nos muestra como siempre ha sido.