Qué parte del ‘no’ no entiende señor Sánchez
«Es un hecho bien conocido que aquellos que lo que más quieren es gobernar a otras personas son, ipso facto, aquellos menos preparados para ello… Cualquiera que sea capaz de hacerse a sí mismo Presidente, no debería bajo ningún pretexto permitírselo». (El restaurante al final del universo. Douglas Adams)
Explicar la situación política y social por la que atraviesa España es difícil, o no. Depende de cómo se mire. Es difícil describir el desgobierno, algo impropio de un país que lleva en la UE decenios -digo tal cosa pues Bruselas sirve de sublime referencia- pues su arquitectura institucional estatal no funciona, porque desde el Gobierno no se le permite que lo haga y la hazaña resulta impune.
Hay otra forma fácil que es observar lo que pasa y de la mera percepción se infiere que la gobernanza se confunde con hacer lo que sea necesario para que, a lo que se le denomina Gobierno, desde ahora referido como Grupo, pueda dedicarse al desafuero impunemente.
El Grupo en cuestión es indeterminado, carteras las necesarias para que quepan los cupos. Portadores de carteras, solo con un requisito: declararse progre. Cualificación: no se trata. Actividad finalista: emplear sin excepciones la libertad de expresión, para justificar lo malicioso. Interpretación muy amplia del principio de legalidad. Empleo sin restricciones del lenguaje de género, aunque sea cacofónico. Lo más curioso es que los desastres se disimulan o, directamente, se culpa a una idea demonizada. Esa idea tiene que ser en forma de memoria, o lo que es lo mismo, una interpretación de la Historia con parámetros progres.
La actuación del Grupo es incesante, un continuo penelopismo, eso sí, muy transparente y lección permanente de democracia. Cualquier acción de la oposición antidemocrática será penalizada en la prensa y servirá de ejemplo. El Grupo no ejerce la gobernanza de manera colegiada, cada tema se divulga como «deber de libertad de expresión». Las decisiones de gobierno las toma el Subgrupo socialista, el resto se adhiere o se apunta a la crítica. Las crisis del Grupo solo afectan al socialista, el resto son liberados ministrales.
Condición indispensable para pertenecer al Grupo: arrojo para hacerse con un cargo de contenido desconocido. Tenacidad (cara dura) para mantenerse en el cargo el máximo tiempo, adoptando los compis necesarios para sacarlos de las listas del paro. Lo cómico desaparece cuando se saltan las más elementales formas que dan naturaleza democrática a los procesos. Ejemplos por docenas. No se respeta, groseramente, la forma de aceptación de cargo público. Se nombra fiscal general a alguien que acaba de dejar una cartera ministerial. Se manipula el CIS sin disimulo, su director y quien lo nombró, impertérritos. La Seguridad Nacional se confunde con la Seguridad Social. El sistema penitenciario difiere según en que lugar se aplica y de quién se trata.
El Jefe del Grupo debería pensar sólo un momento que es lo que pinta aquí. Tiene muchas de las características de Ignatius, el personaje de la famosa novela La conjura de los necios. Haga las maletas, convoque elecciones. Ya ha acabado su tarea, ha roto el funcionamiento del Estado, solo le queda suprimir la Generalidad, pero es un lugar de peregrinación. El problema de los miembros del Grupo es que, muy probablemente, sus componentes tendrán que rendir cuentas y eso es delicado.
El problema mayor ya no es Sánchez, es cómo se repara lo que ha destrozado y cómo se toman las medidas para que no puedan volver a producirse tales desmanes. Un Estado democrático que permita los desmanes del Grupo es que carece de mecanismos adecuados para defender los principios y la praxis constitucionales. Para ello tendrá que estudiarse, caso por caso, cómo la arbitrariedad ha prevalecido ante la Ley.
Otro aspecto difícil de tratar es cómo se reinventa la actoría internacional de España. Los desmanes de estos años han sido tan notorios, que huelga su enumeración. Primero se crean problemas donde no los había y después se buscan soluciones imposibles. Los problemas reales no se detectan y, por lo tanto, no se solucionan. Los problemas de España sólo ella los puede arreglar.
De su larga lista de despropósitos se deduce una consecuencia dramática. Los españoles son más desiguales ante la Ley que nunca. Aunque sea poco original: ¡Váyase señor Sánchez!
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