Opinión

La putrefacción de la Barcelona de Ada Colau

Para entender cómo la Ciudad Condal se ha transformado en la versión mediterránea del Chicago de Al Capone basta con analizar la fauna que ha gobernado la ciudad durante los últimos cuatro años. Porque la putrefacción de la Barcelona de Ada Colau no ha sido cosa de un verano desafortunado, ni de una mala racha de delincuencia. Que Jaume Asens y Gerardo Pisarello hayan sido los ‘hombres fuertes’ del consistorio ya indica que el respeto a las leyes no fue nunca una prioridad para la alcaldesa que soñaba con un mundo mejor, y que se ha limitado a convertir su ciudad en un infierno.

Jaume Asens ha sido abogado de ‘okupas’ y radicales antisistema, unas credenciales que muestran su poco apego a las políticas de seguridad y a cumplir con lealtad las leyes de lo que él considera “opresor Estado español”. Exacto, además es secesionista, otra muestra más de su ‘respeto’ por nuestro sistema institucional. Ahora lo sufren en Madrid como diputado en el Congreso, pero su semilla de caos y de desobediencia ha germinado en el ecosistema barcelonés y ha contribuido a la cosecha de inseguridad ciudadana.

Otro ‘fichaje’ de Pablo Iglesias para el Congreso, Gerardo Pisarello, ha sido el gran azote del equipo de Ada Colau hacia la Jefatura del Estado, una de las piedras angulares de nuestro sistema institucional. Se hizo ‘famoso’ por su pugna en el balcón del ayuntamiento para evitar que Alberto Fernández Díaz, del PP, mostrara una bandera de España después que un regidor de ERC luciera una ‘estelada’. Pero su influencia perniciosa ha ido mucho más allá de no permitir que haya ninguna efigie real en el salón de plenos. La política de ‘desobediencia’ activa del equipo de gobierno municipal, con lazos amarillos y pancartas secesionistas en edificios municipales, tiene mucho de su sello.

Barcelona se descompone porque las políticas de seguridad de Ada Colau están en estado de putrefacción. Decidieron gestionar el bienestar de los ciudadanos al margen de la Guardia Urbana, restándole efectivos y medios, y retirando a sus agentes todo el apoyo político. El equipo de gobierno municipal de los ‘comunes’, gracias a Asens, convirtió a la policía local en uno de sus enemigos, para satisfacer al sector más extremista de su electorado. Luego se apoyaron en el buenismo de “las leyes injustas no merecen ser cumplidas”, y el comercio ilegal de los manteros se extendió por todo el centro de la ciudad.

Esa querencia por la desobediencia llevó a Colau a ser una de las principales aliadas del proceso secesionista. Jugó a una falsa equidistancia, porque siempre que había que estar al lado del independentismo, allí estaba ella. Por no olvidar la permisividad de los `comunes’ hacia los instigadores de la turismofobia que acosaban a hoteles, autobuses turísticos y a todo tipo de negocios relacionados con este sector. Y no ha ayudado contar con una policía autonómica, los Mossos, más preocupados en perseguir a los que quitan lazos amarillos, o en espiar a líderes constitucionalistas, que en detener a delincuentes.

El ambiente de “todo vale” en Barcelona se fue instalando. Y a pesar de las políticas de ‘desconexión’ turística de Colau los visitantes seguían viniendo. ¿Cuál es el cóctel? Muchos extranjeros adinerados disfrutando de la gastronomía y la oferta cultural de una ciudad con un clima privilegiado en un contexto de deterioro del respeto a las normas y a la autoridad. El paraíso para cualquier delincuente que no tenga escrúpulos y que no le importe tirar rápidamente de navaja para conseguir un abundante botín, y huir corriendo.

Más de trescientos robos al día. Quince asesinatos en lo que llevamos de año. Los robos con violencia e intimidación han aumentado un 30,5% en el primer semestre de 2019. Es el fruto de cuatro años de políticas municipales basadas en negar la realidad. Ada Colau ha estado ausente de la ciudad durante su peor crisis de delincuencia. ¿Qué hizo nada más volver? Buscó televisiones ‘amigas’ para culpar a todo el mundo de los problemas, y no reconocer sus propios errores. Son los últimos coletazos de una forma de gestionar la seguridad que ha llevado a la ciudad al caos.

Porque por mucho que el PSC, los socios de gobierno de los ‘comunes’ en el ayuntamiento, haya puesto a un profesional como Albert Batlle al frente del área de seguridad, mientras el populismo de Colau niegue la realidad Barcelona seguirá cayendo en una espiral de violencia.