Puente desnuda al promotor del muro

Óscar Puente, el muchacho que ora se conduce como el más dicharachero de la clase, ora como el perdonavidas de barrio, ha desmontado los argumentos de su jefe en un pispás. Tengo dicho y escrito que el vallisoletano nos deparará grandes tardes de gloria y, especialmente, de jolgorio para divertimento de la concurrencia.

Puente, que tiene un altísimo concepto de sí mismo, lleva buscando toda su vida hacerse famoso; con ese corolario cree que se liga más. Para empezar, amigos, los constitucionalistas debemos agradecer que nada más trincar la cartera ministerial haya sido capaz de desmontar en cuarenta segundos las mentiras y falsedades propaladas por su jefe y su partido a propósito de la graciable concesión de la amnistía a golpistas, malversadores, corruptos y racistas. Tampoco es que haya descubierto el Mediterráneo; todo el mundo sabe y sabía que Sánchez pisó esa línea roja sólo y exclusivamente porque necesitaba siete votos para ser investido. Si bien es de agradecer que el comisario europeo de Justicia, Reynders, haya conocido esta verdad por boca de un sanchista de pura cepa, insisto, joven, con vocación de circo y yates de gran prestancia.

Tengo para mí que este descomunal desmarque de la línea oficial sostenida por Moncloa no será el último. Puente tiene, antes que nada, alma de agitador ilustrado y en determinadas materias talentudo. No deja a nadie indiferente, ni siquiera a personas que antes formaron parte de su familia. Resumiendo, un artista de la pista.

Lo sustancial, en cualquier caso, no es el flamante y barbado ministro de Transportes. Vamos a ver cómo respira su implacable jefe después de la deposición de su amigo vallisoletano. Lo sustancial políticamente son dos asuntos. El primero, la determinación de Sánchez y sus corifeos de levantar un muro con el que dividir a los españoles; el segundo, si tiene capacidad de sacar adelante la Ley de Amnistía que dejará al Estado de Derecho más torcido que un alambre en Gaza. Estos dos asuntos son realmente preocupantes y en ningún caso se trata de un «asunto interno» entre españoles. Afecta de plano a toda la Unión Europea y al mundo libre.