La ‘La princesa rebelde’ que prefería ser simplemente Ira muere a los 83 años
Creo que fue Virginia Woolf quien dijo aquello de que El despertar es lo que nos mata. Ese sentimiento tuve el pasado 19 de este mes de febrero cuando una llamada telefónica al amanecer me comunicaba la muerte de una mujer por la que siempre tuve un sentimiento muy especial: Ira de Fürstenberg, una amiga consorte. Yo lo era del que fue su marido, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, creador y propietario del Marbella Club, el lugar más glamoroso de la Costa del Sol y donde la jet set del mundo entero acudía los veranos.
Aunque yo tenía un apartamento en el edificio Mediterráneo, frecuentaba el Marbella Club de mi amigo al que debo varias de mis grandes exclusivas. Como aquella de Mel Ferrer maltratando a la bellísima Audrey Hepburn en la playa privada del exclusivo hotel y de cuya presencia Alfonso me había chivado. Cierto es que aquella información me costó un pleito. Por supuesto que no alegué en mi descargo que estaba allí porque el príncipe Alfonso me había informado e invitado.
Sólo tenía 15 años
Cuando conocí a Ira hacía poco que se había casado con Alfonso, el 21 de septiembre de 1955, en Venecia. Ella, hija del ex príncipe austrohúngaro Tassio von Fürstenber y de Clara Agnelli, hermana de Gianni Agnelli, presidente de Fiat, descendía de una familia de la vieja nobleza europea. Tan jovencita era que fue necesario que el Papa, entonces Pio XII, les concediera dispensa para poder contraer matrimonio con el heredero de la aristocracia alemana y codiciado soltero de oro. La novia tan sólo tenía 15 años. Él le doblaba la edad. Después de casarse, ella, una de las grandes bellezas de la época, se convirtió en Su Alteza Serenísima, la princesa Ira von Fürstenberg. Lo era cuando yo la conocí. Quién iba a imaginarse la precocidad de aquella jovencita, sentimentalmente hablando.
Y ella se marchó con otro
Yo fui testigo del dramático fin de este matrimonio, el primero de la realeza europea tras la segunda Guerra Mundial. Un día que acudí al Marbella Club, Ira ya no estaba. Se había marchado porque se había enamorado, en 1960, con 20 años, del más famoso playboy de la época, el italobrasileño Francisco Pignatari, de 45, dejando –al igual que hizo Carmen Martínez Bordiú años después– a su marido y a sus dos hijos todavía muy pequeños.
Según contaba el conde Rudi, el aristócrata mano derecha de Alfonso en Marbella Club desde que entró a finales de 1956, «fue un drama. Se desencadenó una lucha durísima para conseguir la custodia de los hijos». Ira lo consiguió con malas artes quitándoselos en el propio aeropuerto. Para recuperarlos, Alfonso puso un pleito. Y como Ira no estaba todavía casada con Pignatari, el juez le concedió la patria potestad a Alfonso. Pero no se rindió y viajó a Marbella, muy furiosa, con la intención de llevárselos. Cuando el conde Rudi informó a Alfonso de la presencia de su ex, cogió a los niños y se los llevó, primero a Gibraltar y luego a Londres.
Y cuando Ira se divorcia del playboy, después de un brevísimo matrimonio de tres años –se habían casado en Reno en 1961 y se divorciaron en Las Vegas en 1964–, se reconcilia con Alfonso. Y éste le permite ver a los niños, «pero nunca sin que él estuviera presente», según Rudi.
Actriz, modelo y diseñadora
La vida de Ira, después de sus fracasos matrimoniales, siguió disfrutando de algunas experiencias sentimentales con los actores Roger Moore y Alain Delon, e incluso con el propio príncipe Rainiero de Mónaco, ya viudo de Grace. Y también como modelo de alta costura, probando suerte como actriz, sin tener la más mínima idea de lo que es el arte interpretativo, y con películas tan importantes como la que rodó en España con el productor José Frade, No desearás al vecino del quinto, con Alfredo Landa.
Hizo lo que le daba la real gana, incluso como diseñadora de joyas y artículos de regalo. Desde luego sin dar escándalos. Era elegante tanto por fuera como de pensamiento. No es extraño que ella misma se autodefiniera como La princesa rebelde. Y lo fue tanto que prefería que se la conociera simplemente por Ira.
Su 80 cumpleaños en Madrid
El 23 de septiembre de 2022 fue la última vez que la vi. Había decidido celebrar la que sería la última gran fiesta de su vida, en Madrid, y nada menos que en el palacio de Liria con motivo de su 80 cumpleaños, aunque con dos de retraso, como me reconocería, por culpa de la pandemia y el largo periodo de restricciones. Y con el permiso del duque de Alba, del que era amiga desde la época del Marbella Club que le cedió, previo pago –of course– los preciosos jardines donde se instaló, incluso, una imponente carpa. Lo más sorprendente de entre los invitados fue la presencia de la infanta Elena y Jaime Marichalar, pero ni siquiera se saludaron. En torno a ella, nada menos que 60 invitados, como Carmen Martínez Bordiú, Isabel Preysler, Alberto Cortina con su mujer Elena Cué, Hubertus de Hohenlohe y su esposa Simona Gandolfi. Hasta el duque viudo Alfonso Díaz. Y casi todos los hijos de la duquesa de Alba.
Estoy seguro que el recuerdo de esta fiesta, en la que estuvo acompañada de su hijo Hubertus, le habrá acompañado hasta el fin de su vida. No es fácil verse rodeada de tan importantes invitados,en una ciudad como Madrid y en el palacio más importante, como es el de Liria. Ella y su 80 cumpleaños no se merecían menos.
Chsss…
¿Será verdad que fue ella, según mi tocayo, quien dio la orden de expulsarle de la casa y del país? Me cuesta creer que haya cometido tal indiscreción.
El problema no es que no piense lo que dice sino que dice lo que piensa.
Me imagino estarán agradecidos a la prensa española por el silencio sobre la difícil situación que atraviesan.
Si no tuvieran ya bastante con el proceso del hijo que puede ser condenado incluso a cadena perpetua, sus padres andan de pleitos en los juzgados por mutuas denuncias.
Abandonó a su esposa para iniciar una relación con la hija adoptiva de su ex con la que ejerció de padre.
Aunque es joven y bonita ha declarado que “le jode profundamente que me etiqueten por una fecha. Ni se te ocurra poner mi edad” (y solo tiene 54 años).
El gran modisto, que ha sido pregonero del carnaval madrileño disfrazado de la duquesa de Alba, tal cual la pintó Goya, ha pedido perdón a su hijo Carlos, el actual titular de la Casa.
Lleva razón la compañera cuando escribe “Las mujeres podemos llegar a ser el peor enemigo de las mujeres”.
Después del esguince, producido al desmontar del caballo, ahora la intervención de cataratas. “Todo bien, los años pasan para todos”, comentó con humor.
Amores de ida y vuelta. No se preocupen, con la llegada del verano volverán a hacer las paces. Y es que disfrutar de su yate, resulta siempre tentador.
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