PP y Vox solos contra todos

sánchez independentismo

Pedro Sánchez ha perdido las elecciones, pero es el único candidato que puede juntar los apoyos necesarios para resultar investido, porque Alberto Núñez Feijóo, que las ha ganado, tan sólo podría contar con el respaldo de los 33 diputados de Vox, el de UPN y, quizá, el de Coalición Canaria. Hubo un tiempo en que los candidatos del Partido Popular a veces conseguían los votos de los partidos nacionalistas vascos y catalanes, como consiguió José María Aznar en 1996 con aquel famoso pacto cerrado en el Hotel Majestic del paseo de Gracia de Barcelona, en aquellos tiempos en los que el líder del PP decía que él hablaba catalán en la intimidad. Pero ya con Zapatero, el PSOE llegó a distintos acuerdos con los partidos nacionalistas e independentistas para, entre todos, tratar de impedir que la derecha pueda volver a gobernar España, como por ejemplo acordaron en el Pacto del Tinell de finales de 2003.

Sánchez puede ser investido con el apoyo de los 20 partidos políticos de extrema izquierda, estatales y autonómicos, integrados en la coalición Sumar, si además consigue que se incorporen a esta coalición otros cinco partidos independentistas, golpistas y proetarras más, como son ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG. Juntándolos todos, el PSOE podría llegar a tener 178 escaños favorables a hacer presidente del Gobierno a Pedro Sánchez, superando sólo así los 172 que, como máximo, podría aglutinar Feijóo. Sánchez no está en condiciones de poner ninguna pega a los votos de los prófugos, malversadores, golpistas y terroristas condenados, que necesita para alcanzar la mayoría, sumándolos a los de la extrema izquierda liderada por Yolanda Díaz, que lleva en su programa propuestas como una mesa de negociación bilateral entre la Generalitat y el Gobierno del Estado, cuyos acuerdos sean sometidos a una consulta a los ciudadanos de Cataluña a la que no denomina referéndum de autodeterminación, pero que, evidentemente lo es. Y tenemos claro que, para ser investido, Sánchez es capaz de entregarles lo que exijan.

Y el PP sólo puede contar con Vox. Esto no es ninguna novedad, es algo que todos deberíamos haber tenido clarísimo desde antes de que se convocaran las elecciones del pasado 23 de julio, pero, sorprendentemente, parece que los de Feijóo aún a día de hoy se resisten a asumirlo. Absurdamente, todavía le siguen suplicando al PSOE que les permita gobernar porque han sido los más votados, mientras los de Sánchez se ríen de ellos en su cara, humillándoles una y otra vez. El PNV, que traicionó a Mariano Rajoy en la moción de censura de 2018, dos días después de aprobarle los Presupuestos Generales del Estado, no va a separarse nunca más de lo que voten el resto de partidos vascos y catalanes que, desde el golpe de Estado de 2017, estarán siempre enfrente del PP. Los dos bloques están clarísimos.

No se puede volver a cometer este mismo error. El escaño que el PP le quita a Vox o viceversa, no suma nada ni ayudará a que su candidato sea investido. Pero los votos que uno le resta al otro siempre podrán ser aprovechados por un tercer candidato que se vea beneficiado de rebote y la absurda teoría del voto útil se ha traducido en esta ocasión en la pérdida de nueve escaños que han ido a caer en manos, seis del PSOE, dos de Junts y uno de Sumar, en las provincias en las que el enfrentamiento entre los dos partidos de centro y derecha ha resultado más absurdo. Esos nueve escaños son los que van a permitir que Sánchez mantenga el poder. Si el centroderecha quiere gobernar, tiene que asumir que el bipartidismo ya no existe y aceptar que ha sido sustituido por dos bloques claramente enfrentados, concienciarse de a cuál de ellos pertenece y, en consecuencia, con quién puede contar y a quién va a tener siempre en contra. El PP tiene hueco para crecer entre los votantes de centroizquierda no nacionalistas, como en su día hizo Ciudadanos, y Vox puede quedarse sólo en el centroderecha. Sólo así pueden derogar el sanchismo, que es el objetivo de la mayoría de votantes españoles que, pese a que somos más, vamos a tener que esperar a una nueva ocasión en la que los partidos a los que votamos corrijan los errores cometidos esta vez.

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