PP: entre el mérito y la política

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Desde que comenzó la restauración democrática con la Transición (1977), una de las diferencias entre la ya entonces izquierda emergente (Felipe Gonzalez&Alfonso Guerra) y la derecha que bajaba del monte, fue la diferencia abismal en las capacidades técnicas de un sector político y otro. Salvando, of course, todas las excepciones que son conocidas y obvias. Porque diferencias las había y las hay.

Lo sorprendente, bien analizada la cuestión, es que tras la disolución de aquel invento maravilloso que resultó UCD (cuajado de generosidad, alturas de miras y visión histórica), lo que llegó después también es perfectamente descriptible. Si UCD asombró, incluso, en su propio harakiri bañado en sangre y desaparición, esa seña de identidad de la derecha, repleta de personalidades con amplios y profundos conocimientos –desde ingenieros a economistas; desde catedráticos a empresarios con estudios; de gentes salidas de Oxford a diplomáticos con experiencia- se ha ido difuminando en las únicas señas de identidad de la porción no socialista que quedó: el Partido Popular. Con honrosas excepciones, naturalmente.

Desde hace décadas, más que una carrera competidora por presentar cartas credenciales internamente con méritos personales, académicos, profesionales y empresariales, cuaja el mérito del lobby, la pertenencia a un bando, que si gana internamente te sientas a la mesa y cuyo principal input es la militancia entre el amigo que sube o la subordinación al jefecillo del clan.

Durante los cuatro años que Casado estuvo en el poder popular bailaron los nombres y las categorías al socaire del humor del secretario general y, naturalmente, del que había ganado el Congreso Extraordinario tras la marcha de Rajoy. Las clamorosas carencias entre ese elenco de dirigentes no podían llegar a otro puerto que el de la derrota. El hermetismo del actual comandante en jefe es tan sospechoso como intrigante. España es un país donde se elige un líder para pilotar las cosas comunes, si, pero también un equipo.

Si no quiere parecerse a lo que padecemos, Nuñez Feijóo haría bien en alejarse de cualquier tentación cómoda a la hora de conformar equipos para administrar la nación. A ser posible, que hayan pasado algún tiempo cotizando a la Seguridad Social desde la empresa privada. Se evitaría posteriormente muchos problemas y de paso nos los evitaría al pueblo llano.

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