La infinita paciencia del juez Peinado

juez Peinado

¿Quién ordenó la contratación de Cristina Álvarez, la asesora de Begoña Gómez que trabajaba para los negocios particulares de la mujer del presidente? Es lo que pretende averiguar el juez Peinado, que está derrochando paciencia. Primero citó a Alfredo González Gómez, que trabajaba como vicesecretario general de Presidencia cuando se produjo la contratación de Gómez.

El alto cargo acudió como testigo y admitió haber sido la persona que firmó el documento para fichar a Álvarez, pero que no la conocía. En esa declaración fue donde mencionó a Félix Bolaños, ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, y, en aquel momento, su superior. Peinado citó a Bolaños, que echó balones fuera, y después compareció el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, ex secretario general de Presidencia del Gobierno, que se hizo el longuis.

Ahora ha sido Raúl Díaz, coordinador de personal de Moncloa en 2018, quien también se desmarcara de la contratación. El ex alto cargo de presidencia ha declarado ante el juez este miércoles.

Todos se tapan y nadie se atreve a señalar a las más altas esferas, que es donde está la madre del cordero. Da la sensación de que han orquestado una estrategia consistente en jugar al despiste con el magistrado y su pretensión de determinar con claridad quién en Moncloa ordenó que Cristina Álvarez fuera contratada, y sobre todo, quién permitió que, mientras cobraba un sueldo público, trabajara para las actividades privadas de la mujer del presidente. Todos los que hasta ahora han comparecido ante el juez se han ido por los cerros de Úbeda, mareando la perdiz.

Algunos la conocían, otros ni eso, pero todos se encogen de hombros cuando el juez Peinado les pregunta. La estrategia es clara: están toreando al magistrado y poniendo a prueba su paciencia. Lo cierto es que Cristina Álvarez era una empleada pública contratada a dedo a la que sus superiores le permitieron trabajar para los negocios privados de Begoña Gómez. Falta saber cuál fue el dedo, aunque tampoco hace falta ser muy sagaz. Verde y con asas: el dedo es el de Pedro Sánchez.

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