Opinión

Ómnibus clientelar envuelto en filibusterismo

Por una vez parece que ni el PP se ha tragado del todo el anzuelo del «dolor social» por no aprobar las medidas del decreto ómnibus, ni la mayor parte de los medios (y de los ciudadanos) se han dejado engañar por un forzadísimo relato que culpabilizaba del fracaso única e injustamente a la oposición.

¡Y vaya puesta en escena! ¡Qué coreografía de aspavientos, qué demagogia de frasecita ocurrente y de titular de digitales! El guion del victimismo propio y de culpabilización al PP estaba tan precocinado y recalentado que era imposible de engullir por alguien sin las tragaderas de una ballena azul.
Además del altisonante «buscar debajo de las piedras» del weekend cowboy, entre las sobreactuaciones siempre destaca el triministro Bolaños, ya que, cuando excede el énfasis y la impostura, las gafas y la nariz parecen las de una bolsa de cotillón, completando un marxismo de cigarro puro y bigote pintado, y haciendo poco creíble un alarmismo social de repelente niño Vicente.

No obstante, una vez pillado el truco del formato ómnibus, los populares deben desenmascarar la inadecuación de la práctica totalidad de las medidas que encierra el decreto, y no solo las obviamente malas sino también las que parecen buenas.

Seguir incrementando el agujero del sistema de pensiones con un déficit anual agrandado, que además no es aprobado en unos presupuestos como Dios y la Constitución mandan, es seguir escondiendo la cabeza en la arena ante un problema que no se debería agravar. Insistiendo, además, en la inequidad disfrazada de caridad que significa incrementar algunas inmerecidas pensiones no contributivas (en esta ocasión casi 4 veces más que el IPC). Y todo ello con una subida de cotizaciones de los asalariados que nunca verán recompensado en sus futuras pensiones el esfuerzo que ahora se les está exigiendo.

Las ayudas al transporte eran temporales y se plantearon para enfrentar un escenario inflacionario que ya ha desaparecido. Si se quiere hacer política con esas ayudas, quienes tienen que hacerla son los ayuntamientos y comunidades autónomas, que, con la excepción de RENFE, son los responsables de esos servicios, y no un gobierno-abuelito generoso que nos maleduca con el falso cariño de devolvernos parte del dinero que nos quita.

La mayoría de las medidas fiscales, ya sean deducciones o nuevos impuestos, no tienen carácter coyuntural y su continuidad o definitiva implantación debería ser estudiada y aprobada por el canal apropiado, que es el proceso presupuestario.

Y no hablemos de casi todas las ayudas específicas, que requieren ser analizadas y controladas para que, entre otras cosas, no aprovechen quienes esconden situaciones ilícitas. En concreto, la imposibilidad de cortar suministros y de desahuciar a los miles de okupas que se esconden bajo un tejado ajeno y bajo otro de aparente vulnerabilidad. Por cierto, se conoce que el PNV es también alguien vulnerable al que hay que ayudar con una solución habitacional en uno de los mejores distritos de París.

En definitiva, si quitamos las ayudas a los damnificados de la DANA, que es de verdad lo único excepcional y que requiere un abordaje extraordinario, muy poco se puede rescatar en el ómnibus por ser conveniente y oportuno. Y, por supuesto, un gobierno liberal-conservador no debiera aprobar nada de un decreto populista preñado de subsidios desiguales, de falsas ayudas y de gasto interesado y clientelar.

Pero no es ese el Gobierno que tenemos, sino uno social-comunista, que es el que tiene la obligación de gobernar. Tiene todas las prerrogativas para presentar uno o mil decretos, pero no tiene ninguna legitimidad para reclamar a la oposición que le ayude a aprobar políticas que no son las suyas.

Y los españoles tampoco tienen ningún derecho a exigirle al PP que colabore, ni siquiera excepcionalmente, para aprobar medidas que no solo no son excepcionales, sino que tampoco son adecuadas. En el Gobierno tenemos a quien tenemos; de poco sirve ya reclamar al maestro armero, y para poder hacerlo a Feijóo tendrían que haberle votado a él un poco más y un poco menos a todos los que componen la coalición sanchista.

En cualquier caso, Sánchez es muy embustero y mil veces ha cambiado de opinión en beneficio de sí mismo, pero también es muy soberbio y no quería rectificar expurgando el decreto de las medidas menos trascendentes o inhabilitantes. Para él la prioridad es el relato y por eso, desechando la posibilidad de aprobar (sin necesidad de contraprestaciones o de dejarse chantajear) lo que en teoría es más necesario y urgente, ha optado por no reconocer esa disposición de los populares y por ejercer el filibusterismo político cocinando un engrudo que el PP no debería tragar.

¡Sí sabía que conseguiría que se lo tragara Puigdemont! Se trataba de ponerle extra de indignidad, inequidad y privilegios. –»Zapatero, encárgate del tema».