Objetivo del fuguista: derrocar al Rey
El fuguista utilizó vilmente a Felipe VI en Paiporta… y le salió el tiro por la culata. Pero, de paso, puso en peligro la integridad de los propios Reyes mientras él huía, como los quinquis antiguos, de naja, pretextando una brutal agresión que, hasta ahora, nadie ha podido retratar. Hoy sabemos que desde el martes de la pasada semana, cuando el cielo y la tierra valencianos se abrieron estruendosamente de par en par, don Felipe VI mostró su intención, sus ganas, de acudir a los lugares de la hecatombe; no le dejaron, el Gobierno -le dijeron- tenía que estar antes allí, o al mismo tiempo, nada de presentarse de segundas, más tarde, en la zona cero de la catástrofe. El Rey era ya la sombrilla de Sánchez. Desde luego, si alguna vez ha habido que lamentar la escasa ejecutividad que nuestra Constitución depara el jefe de la Monarquía ha sido ésta cuando sus deseos han quedado castrados por la necesidad de que el Gobierno conceda, vamos a llamarlo así, el suplicatorio de un Rey que deseaba fervientemente consolar directamente a las víctimas de la terrible DANA.
El fugitivo quiso ampararse en el paraguas protector del Rey, las gentes alteradas hasta la violencia no lo tuvieron en cuenta, los Monarcas soportaron el alud de críticas y de pedradas de barro, y el presidente de Gobierno se puso a buen recaudo cuando el ambiente se encrespó. En Paiporta, Sánchez dejó a don Felipe con la sola presencia del presidente de la Generalidad, Carlos Mazón, y culminó así una de las escenas más bochornosas -quizá la peor, no ha habido otra igual- de lo vivido en este país desde la instauración de la democracia. Si antes Sánchez ya detestaba al Rey y había tenido con él sus más y sus menos con diferencias de todo jaez, a partir de ahora, lo tiene claro; no le soporta, Felipe VI le ha dejado delante del mundo entero como lo que es, un cobarde, en absoluto ridículo. Él no perdona, su objetivo en consecuencia ya es éste: terminar con el Rey. No exageramos.
En todo caso, por fin, nos hemos dado cuenta de que el Rey, los Reyes, están también para eso: para sufrir los embates más duros que puedan imaginarse. Los que les han atribulado en Paiporta. No todo en su gestión van a ser los acaramelados Premios Princesa de Asturias. Llegada la tragedia, el gentío que se ha quedado al raso, ha sido también actor de su justa irritación y los Reyes han constatado en sus propias carnes la reacción de un pueblo entero al que la maldita DANA le ha dejado literalmente al raso.
Por debajo, muy por debajo, de la airada, incluso en algún momento peligrosa, respuesta de los paiportinos, quedará para el futuro más inmediato, la fuga de Pedro Sánchez, insólita en un jefe de Gobierno, que deja al del Estado en cueros. También con anteriores decisiones vergonzosas. Este Pedro Sánchez -hay que recordarlo aquí- no acortó su florida estancia en la India cuando se empezaron a conocer los primeros efectos devastadores de la DANA. Y, a mayor abundamiento, cuando ya se tenía noticia de los primeros cincuenta muertos habidos en la tragedia, él dictó la orden de que el Parlamento siguiera abierto para aprobar su liberticida abordaje a la enésima institución del Estado: la radiotelevisión oficial que se ha quedado para los restos como el house organ del matrimonio Sánchez-Gómez.
Los Reyes -lo se- acudieron a Paiporta conociendo la larga cambiada que estaba dando su jefe de Gobierno para volcar sobre otros la responsabilidad de los cientos de muertos que ya se estaban extrayendo de los escombros. Sánchez, con una frase demoledora, estremecedora, había invitado a los valencianos y a sus autoridades regionales a que le pidieran lo que quisieran, con una doble intención: la primera, para expandir la especie de que la autoridad en el combate de la DANA era solo de la Generalidad; la segunda, para mostrarse como el hombre bueno, concesivo, dispuesto a ofrecer todos los medios a los pobres indigentes, destrozados por la riada. Una doble propuesta a cual más miserable. Con su infamia habitual transmitía algo así como esto: si el presidente regional no me lo pide, yo no hago nada, es su trabajo. Eso sucedía, fíjense, cuando ya la UME, que no precisa de órdenes burocráticas para comparecer allí donde se produce un drama, ya estaba desplegada en Valencia.
Durante todos estos días el fuguista se ha empeñado en demostrar que la gestión de la hecatombe le resultaba ajena; mentira. Los jueces Marlaska y Robles lo han repetido como loros que son de su jefe. Pero solo un dato: la Ley del 9 de julio de 2015 regula el Sistema Nacional de Protección y en su artículo 12 señala que la competencia en la gestión corresponde al Ministerio del Interior cuando se trata de Emergencias de interés nacional. ¿Acaso ésta no lo era, no lo es? ¿Acaso no estaba perfectamente fundada la solicitud de Feijóo? Recaigan por ejemplo en este otro ejemplo: en Estados Unidos, hace mucho tiempo, un terrible huracán asoló sus costas orientales. ¿Qué hizo el todavía presidente Biden? Pues reclamar para sí toda la autoridad, la responsabilidad y ponerse al frente del combate contra los efectos de aquella turbación brutal de la naturaleza, es decir, lo contrario a lo realizado por este psicópata que aún manda en España.
Y los Reyes han tenido que tolerar una indignidad sobrevenida. De forma estoica han sufrido de pie insultos que, en puridad, no podían estar destinados a ellos, el propio Felipe VI tuvo que indicar a un sujeto vociferante que «esto es una democracia y que aquí no mando ya». De los inhumanos instantes acaecidos en estas fechas se deben extraer conclusiones. Por lo pronto: hay que conceder al Rey poderes suficientes como para no aparecer siempre como un tipo subalterno sometido a los caprichos o malas decisiones del Ejecutivo. Una ley de la Corona es imprescindible para paliar esta capitulación.
Otra consecuencia es más cercana: la DANA de Valencia ha demostrado no solo la incapacidad de gestión de este Gobierno leninista que nos invade, sino su falta de empatía (término que aborrezco) con los damnificados, a los que el Gobierno ha tratado peor que si fueran negritos del Senegal. El pueblo, y hoy ya especialmente el valenciano, suma con la DANA razones más que suficientes como para urgir la renuncia de este individuo fuguista aún sentado en Moncloa firmando cheques de dinero que es nuestro. De este tipo mentiroso, corrupto, pésimo gestor no podemos depender. Ha sometido a un estrés humillante a los Reyes, en la certeza -seguro- de que ellos representan la única institución del Estado que, hasta el momento no ha podido doblegar. Sánchez utilizó vilmente al Rey y el monarca resistió gallardamente la acometida popular. Ahora Sánchez ya tiene una última institución a la que arrasar: la Monarquía. Su objetivo es derrocar al Rey, no tengan ustedes la menor duda.
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