El negocio de las mascarillas y la ruina económica de las restricciones
Durante la pandemia, reiteré en varias ocasiones en OKDIARIO que las medidas restrictivas adoptadas iban a suponer un problema económico mayor que el sanitario derivado del coronavirus, porque se iba a empobrecer a la población, de tal manera que la ruina económica terminaría por provocar una situación social insostenible, con efectos también sobre la salud y la mortalidad. No es que no haya habido problema económico, sino que está anestesiado, dormido bajo una gigantesca losa de deuda que ha generado la política económica del presidente Sánchez.
Dicha gestión hizo que fuésemos la economía de la UE que más cayese, con la restricción más extrema sobre la actividad económica de todo occidente, sin aval científico que demostrase que, con eso, la enfermedad fuese menos letal que sin cerrar la actividad. El Gobierno atemorizó a los ciudadanos empleando el dolor de las personas que habían fallecido por el coronavirus, los encerró en su casa de manera inconstitucional y presumió de haber salvado cientos de miles de vidas, estimación que imagino que tiene el mismo rigor que el respaldo del siempre mencionado comité de expertos que nunca existió realmente. La economía, mientras, caía, el déficit superaba los dos dígitos y la deuda llegaba al 120% del PIB, camino de los casi 1,6 billones de euros que ahora acumula. Los ERTE afectaban a millones de personas y se impedía a los ciudadanos a reunirse con sus familiares.
Ese empobrecimiento derivado de unas restricciones que nunca debieron existir de esa manera -recordemos, de nuevo, que fue el Gobierno el que no tomó medidas a tiempo, favoreciendo la propagación de la epidemia al no cerrar el acceso desde China y al incentivar la manifestación del 8 de marzo de 2020, hace que no hayamos parado de perder posiciones en PIB per cápita respecto a la media de la UE, es decir, que somos más pobres que antes; que lideremos las tasas de paro general y juvenil; y que nuestro crecimiento, vendido como éxito, tenga los pies de barro y se haya sustentado en tres pilares débiles: efecto base, que hace rebotar a la economía; gasto público insostenible y sector exterior, que se verá afectado por la desaceleración económica internacional y por la pérdida de competitividad de la economía española.
Junto a ello, de la noche a la mañana, el Gobierno cambió de criterio y pasó de considerar que las mascarillas no eran útiles a estimarlas esenciales, haciéndolas obligatorias en cualquier lugar. Su interés en la imposición de las mascarillas fue tal que fuimos uno de los últimos países -el último de la UE- donde eran obligatorias, cuando todo el mundo sabía que, en muchos casos, eran contraproducentes: cortaban el aire a las personas, muchas de las cuales tienen dificultad para respirar con ella -y aunque estuviesen médicamente eximidas, eran recriminadas si entraban sin ella en cualquier lugar, con lo que de nada servía esa exención- y hacían que respirásemos constantemente el dióxido de carbono que exhalamos, que es perjudicial para la salud. Adicionalmente, es algo que termina por ser antihigiénico, pues es un nido de gérmenes y bacterias. Por otro lado, no está demostrado que sirviese eficazmente para cortar la transmisión del virus; si fuese útil, habría estado todo solucionado desde el principio. Sólo servían de elemento de falsa autoconfianza, impulsada por las arengas del Gobierno sobre la bondad de las mismas.
Nunca entendimos ese cambio de criterio del Gobierno, que nos llevó a la obligación de llevar mascarilla en todo lugar y a mantener su obligatoriedad durante mucho tiempo. Era algo incomprensible.
Ahora, ha estallado una trama de presunta corrupción en la venta de mascarillas, cuya investigación afecta de lleno a varios ministerios del Gobierno, a varios gobiernos regionales de gestión socialista entonces, con distintos ministros -pasados y presentes- en entredicho, con reuniones de la mujer del presidente del Gobierno con algunos empresarios que después recibieron ayudas del Gobierno -que hace que todo ello sea poco estético-, con algún participante que después ha sido vinculado a la supuesta trama de las mascarillas. Esa trama de las mascarillas, de confirmarse las investigaciones judiciales, se habría lucrado con las mismas -muchas de ellas, defectuosas, con quebranto adicional, además, para las arcas públicas- y lo habría hecho miserablemente a partir del terror de los ciudadanos ante una enfermedad, mientras el Gobierno imponía el uso de dichas mascarillas sin explicar nunca por qué lo hizo, pues se escudaba en un informe del comité de expertos que ahora ha reconocido a la Audiencia Nacional que nunca existió. ¿Por qué ese celo en la decisión del Gobierno de obligar al uso de las mascarillas? ¿Por qué?
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