Ni fontanero ni socorrista: la profesión de Félix Bolaños que nadie conoce
Bolaños desempeñó varios trabajos antes de ser ministro en el Gobierno de Pedro Sánchez
El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes de España, Félix Bolaños, siempre ha tenido un perfil bajo fuera de la atención mediática. Durante más de una década, este madrileño de 49 años, ha tejido su carrera política desde la discreción más absoluta convirtiéndose en una pieza clave del Gobierno de Pedro Sánchez sin apenas hacer ruido.
Ahora, tras la petición del juez Peinado para que el Tribunal Supremo le investigue por presuntos delitos de malversación de dinero público y falso testimonio, el político socialista ha adquirido mayor notoriedad. Según el magistrado, Bolaños habría facilitado la contratación de una asesora para realizar tareas personales para Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, y posteriormente habría mentido sobre estos hechos en su declaración oficial.
Con su nombre en el epicentro del escándalo de corrupción que acosa a la cúpula del PSOE, el gran público se pregunta ahora quien es en realidad Felix Bolaños. Nacido en Madrid en 1975, es hijo único de una familia humilde que buscó fortuna en Alemania durante los años del desarrollismo español. Sus padres regresaron para que naciera en suelo patrio y se instalaron definitivamente en Móstoles, donde instalaron una modesta tienda de piensos y plantas que les permitió salir adelante.
Mientras cursaba Derecho en la Universidad Complutense, el joven Félix se las ingeniaba para costearse los estudios: arbitraba partidos de fútbol los fines de semana y repartía pizzas por las noches. Una combinación que habla de su pragmatismo y su capacidad de trabajo, características que más tarde lo convertirían en una persona imprescindible para el Gobierno de Pedro Sánchez.
Su brillante expediente académico le abrió las puertas del prestigioso bufete Uría Menéndez y, posteriormente, del Banco de España, donde ejerció como letrado asesor hasta que recibió la llamada que cambiaría su destino político.
Fue en una caseta del PSOE durante las fiestas populares de Aluche donde se cruzó con un joven Pedro Sánchez que aspiraba a liderar el partido. Bolaños, entonces un militante discreto, se ofreció a asesorar jurídicamente al futuro presidente. Aquel gesto aparentemente menor se convertiría en el inicio de una de las alianzas políticas más sólidas de la España contemporánea.
Tras la moción de censura de 2018, Bolaños se convirtió en una pieza fundamental del nuevo Gobierno. Primero como secretario general de la Presidencia y, desde 2021, como ministro con una cartera tan amplia que algunos lo han bautizado como el «todoministro» de Sánchez: Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes.
Con la salida de Iván Redondo del núcleo duro presidencial, Bolaños se consolidó como el hombre de confianza del jefe del Ejecutivo. Su firma está detrás de los asuntos más delicados y controvertidos: la exhumación de Franco, los indultos del procés, la gestión del Estado de Alarma durante la pandemia. En La Moncloa lo definen sin ambages como «el hombre para todo» del presidente.
Ahora bien, más allá de los despachos oficiales y las crisis gubernamentales, Bolaños lleva una vida familiar discreta pero arraigada. Comparte su vida con Fátima Rodríguez, con quien tiene una pareja de hecho y un hijo de cinco años. Ella también tiene pasado socialista, habiendo trabajado como asesora de la exministra Isabel Celaá. Ambos tienen raíces en Villafranca de los Caballeros, un pueblo de Toledo de poco más de 4.000 habitantes donde nació el padre de Bolaños.
La familia vive en el popular barrio madrileño de Arganzuela, en una casa con jardín. Las escasas publicaciones en redes sociales del ministro muestran instantáneas familiares: abrazos con su hijo, momentos de lectura y, sobre todo, vacaciones en la costa española.
Cada verano, Bolaños elige el litoral español para desconectar: Zarautz en el País Vasco, Caños de Meca, Sancti Petri o Trafalgar en Cádiz, y también es habitual del Levante, concretamente de Mojácar en Almería. En sus visitas almerienses no olvida posar junto a las obras del AVE, prometiendo año tras año que el tren de alta velocidad llegará finalmente en 2026.
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