Naturaleza
Contaminación

Los expertos ponen el grito en el cielo: una cigüeña se había comido 150 gomas, y sus restos terminaron en Doñana

El Parque Nacional de Doñana se encuentra en el centro del debate ambiental por un nuevo episodio que ilustra cómo los desechos terminan infiltrándose en este enclave natural. Las aves, en particular las cigüeñas, actúan como portadoras involuntarias de plásticos, transportándolos desde los vertederos hasta las marismas y lagunas del sur de España.

El problema no es menor. Distintos estudios han señalado que toneladas de residuos alcanzan cada año humedales y zonas de especial valor ecológico. El caso de una cigüeña hallada con decenas de gomas en su estómago aporta una prueba concreta de cómo estos materiales terminan integrándose en la dinámica de los ecosistemas de Doñana.

¿Cómo fue el hallazgo de la cigüeña que se había comido 150 en Doñana?

El hallazgo en Doñana consistió en los restos de una cigüeña de los que apenas quedaba su pico, algunas plumas y un cúmulo de 150 gomillas plásticas. La investigación reveló que el ave había confundido estos fragmentos con gusanos, lo que finalmente provocó su muerte.

Las gomas pasaron a formar parte del entorno al quedar depositadas en la marisma. Este hecho confirmó que la dispersión de plásticos no se limita a la actividad humana directa, sino que las aves funcionan como vectores de transporte.

El foco principal de esta contaminación se encuentra en los vertederos a cielo abierto. Las aves oportunistas, como cigüeñas y gaviotas, se alimentan en estos lugares. Allí ingieren bolsas, envoltorios, globos, mascarillas o incluso chupetes. Posteriormente, al trasladarse a lagunas y parques naturales, regurgitan el material o mueren con él en el estómago.

Los estudios realizados en la laguna de Fuente de Piedra (Málaga) y en las salinas de la Tapa, en Cádiz, permiten dimensionar el problema:

Estos cálculos se obtuvieron mediante el análisis de egagrópilas, los regurgitados de las aves, que contienen plásticos junto con espinas, caparazones o restos de insectos.

¿Cuáles son las consecuencias de este hecho para el ecosistema de Doñana?

La introducción de plásticos en Doñana y otros humedales andaluces afecta tanto a la biodiversidad como a las cadenas tróficas. Los residuos no se limitan a ocupar espacio físico, también liberan compuestos químicos. Los plásticos incluyen hasta 4.000 aditivos diferentes, algunos con efectos tóxicos que se bioacumulan en peces, aves y mamíferos.

Los investigadores advierten de que estos compuestos pueden llegar a la alimentación humana. Se estima que semanalmente una persona puede ingerir el equivalente a una tarjeta de crédito en microplásticos.

En paralelo, los nidos de cigüeñas también muestran la magnitud del problema. Estas aves emplean bolsas, cuerdas y envoltorios en su construcción, alcanzando en algunos casos hasta 2.000 kilos de residuos por nido.

El parque ahora está en la mira de la Unesco: los motivos

El deterioro ambiental de Doñana ha motivado repetidas advertencias por parte de la Unesco. El organismo internacional instó a España a reforzar la protección de este espacio, amenazando con incluirlo en la lista de patrimonio en peligro si no se toman medidas más contundentes.

La Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) lleva años documentando la relación entre vertederos y humedales mediante estudios de ecología de movimiento con GPS. Estos mapas confirman que las aves transportan residuos desde los basureros hasta enclaves naturales protegidos, dispersando plásticos como polietileno, poliestireno o PVC.

Cabe remarcar que más del 90% de las aves acuáticas a nivel mundial presenta restos de plásticos en su sistema digestivo. El caso de la cigüeña hallada en Doñana se inscribe en un fenómeno global que no distingue fronteras.

El Proyecto IsoPlastic, centrado en las marismas del Odiel, pretende profundizar en cómo especies como la gaviota sombría y la gaviota patiamarilla dispersan estos residuos a lo largo de su ruta migratoria entre Europa y África.

La situación muestra que las aves no solo actúan como víctimas, sino también como indicadores de una gestión deficiente de los residuos. Tal como señala Marta Sánchez, investigadora de la EBD-CSIC: «Las aves nos dicen que algo no estamos haciendo bien».