Opinión

La necesidad de una política económica liberal-conservadora

La economía española -y la mayor parte de la economía internacional- ha vivido en la mayoría de las ocasiones bajo un enfoque socialdemócrata. Dichas ideas, bondadosas en su apariencia -reparten gasto y subvenciones al tiempo que emplean la ilusión fiscal para que los ciudadanos no se den cuenta de que esa enorme factura la pagan ellos mediante impuestos- terminan siendo letales para la economía, pues no logran generar un crecimiento sostenible por sí mismo, sino anestesiado por el gasto público, de manera que cuando este último se acaba, la economía cae, quedándose, además, con una enorme losa de deuda y profundos desequilibrios en su estructura económica.

Por eso, es muy importante que el centro-derecha ofrezca una política económica diferente a la política económica socialdemócrata, una política económica de ideas, valores y principios propios, que la experiencia demuestra que obtiene mejores resultados cuando se aplica -véanse los casos de Reagan y Thatcher en el marco internacional; de Aznar en el nacional; y de Aguirre en el regional, por poner unos ejemplos-.

Así, la opción liberal-conservadora no puede aspirar a ser «el socialismo que funciona» -o, en palabras del gran Lorenzo Bernaldo de Quirós, «el taller de reparaciones de la socialdemocracia»-, sino que debe ofrecer -y aplicar cuando gobierne- una política económica liberal-conservadora.

No puede conformarse con entrar en el juego de la subasta electoral de prometer más y más gasto público, porque eso significa más y más impuestos.

No puede agarrarse a que será eficaz gestionando el presupuesto, sino que debe ser eficiente en ello, hacer más por menos, de manera que le permita bajar impuestos.

No puede caer en la trampa de centrarse sólo en las rentas bajas, como hace la izquierda, repartiendo subvenciones sin criterio, porque el resto de la sociedad también sufre la crisis, especialmente las clases medias. Ha de ocuparse de todos, por supuesto, y en primer lugar, de las rentas bajas, pero del resto, también, porque la subida de la luz, por ejemplo, afecta a todos, y, para ello, lo mejor es bajar los impuestos sangrantes, solicitando las autorizaciones necesarias a la UE, pero bajándolos.

No puede basar todo el discurso en populismo electoral, como hace el intervencionismo, que puede servir para etapas especiales, como la vivida con la pandemia, pero no para gestionar seriamente, con rigor y con fundamento, que garantice un largo recorrido.

No puede competir con los socialistas en incrementar el presupuesto, aunque trate de dar una de cal y otra de arena bajando impuestos simultáneamente.

No puede, en definitiva, competir con la izquierda por ver «quién es el verdadero socialdemócrata». Es esencial derrotar a Sánchez, porque su política está hundiendo a España, pero debe servir, además, para aplicar la política liberal-conservadora, que la experiencia muestra que es la que mejores resultados procura, porque, además, a la hora de ser populistas, la izquierda gana en ello.

El PP y su líder, Alberto Núñez Feijóo, tienen sobrada experiencia en la gestión y ha quedado demostrado en el pasado, cuando se han aplicado, los buenos resultados que dan las políticas liberal-conservadoras, políticas de eficiencia, que son las que los españoles que miran esperanzados a la opción de cambio de gobierno desean que se apliquen y que son las que hay que aplicar para avanzar en la prosperidad de todos los españoles y superar la pésima herencia que va a dejar Sánchez.