Mujeres libres e iguales
Me gusta ser mujer. Me gusta llevar conmigo esa maravillosa mezcla de sensibilidad, complejidad y empatía. Me entusiasma mirar atrás y contemplar una vida labrada a base de emociones, esfuerzo y trabajo. De metas conquistadas por mí misma. He reído, he llorado, he sufrido y disfrutado. Siempre a mi manera, independiente y libre. El día de la mujer es un momento oportuno para analizar qué trabas y dificultades he encontrado a lo largo de mi vida y cómo podría haberlas sorteado de otra manera. Pero también, cómo se encuentran otras mujeres de toda edad y condición. Y si algo he aprendido es que no hay dos mujeres iguales porque no hay dos personas iguales. Que somos el sexo débil y fuerte a la vez. Y que esta vida, sin nuestros compañeros, no sería la misma. Es más: no sería.
Por eso creo que el destino de una mujer, como el de un hombre, está en una misma. En sus fortalezas, formación y herramientas para salir adelante. Por eso no somos víctimas de partida por el hecho de ser haber nacido mujer. Como los hombres no son delincuentes ni violentos por el mismo pecado original. Yo quiero combatir el machismo. Pero no a los hombres. Quiero identificar dónde están nuestros verdaderos problemas para ponerle soluciones. Ha habido episodios de largo machismo, en nuestro país también. Pero nuestras dificultades hoy no son comparables con las del pasado; son otras. Ni tampoco son comparables a las que sufren otras mujeres en el mundo.
La principal herramienta para salir adelante es el trabajo, que independiza a la mujer y la fortalece. Por eso, rechazo de plano las políticas de la izquierda, que multiplican el paro, quiebran la economía y abrazan a las mujeres para colectivizarnos y debilitarnos, para apiadarse de nuestro sexo. Concibo a la mujer como un ser fuerte en un mundo a veces muy complicado. Donde las verdaderas democracias avanzadas han de poner todo tipo de herramientas para que las mujeres salgan adelante ante cualquier situación de acoso, abandono o maltrato. Pero también, una sociedad donde quien decida ser madre pueda hacerlo a pesar de las presiones, su entorno y su condición económica. Donde tener un buen trabajo no sea impedimento para crear una familia. Donde la mujer mayor, por tener más años, no sea socialmente arrinconada.
Y rechazo también que la izquierda nos colectivice para etiquetarnos de buenas o malas mujeres por ir o no a sus aquelarres. No me van a arrinconar. No acepto que con un Iphone y una pancarta me den lecciones mientras mira para otro lado ante las graves desigualdades en muchos recovecos del Islam –burka, ablación o matrimonio infantil–, ante la trata o la exclusión de mujeres con alguna discapacidad. No quiero que me tutelen. Tampoco que me sermoneen ni me den lecciones de cómo ser una buena mujer. ¿He llegado hasta aquí por el hecho de serlo? Digo como Golda Meir, mujer que fue primera ministra de Israel: “No puedo decir si las mujeres son mejores que los hombres pero, sin duda, puedo afirmar que no son peores”. Soy la tercera candidata mujer consecutiva a presidir la comunidad autónoma más próspera de España. No espero que me voten por ser mujer sino por ser una buena política.
Isabel Díaz Ayuso es la candidata del PP a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
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