Opinión

Los «monstruos» de Colau y las «bestias» de Torra

Esa mujer sin atributos, que nadie con sentido común puede entender que haya llegado a alcaldesa de una de las ciudades más importantes de Europa, se permite insultar a los protagonistas de un vídeo en el que se dan vivas al Rey. «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos», dice este dechado de modernidad, progresismo y lucidez. La ‘arremangá’ que no tiene abuela osa menospreciar a personas que la mayoría de las cuales le dan cien vueltas.

Ya tenemos precedentes por parte del ‘nacional-progreísmo’ en negar su condición humana a quienes han declarado sus enemigos. El president per accident Torra, cuya única ocupación conocida antes de caerle ese momio (suerte para él, desgracia para los demás) era ser agente de seguros, también se subía la moral a base de dirigir a «los españoles» delicadezas como asimilarlos a miembros del mundo animal no sapiens. Efectivamente, tienen que rebajar mucho al contrario para sentirse medio humanos.

Cada uno tiene su especialidad. Para Torra, es el antiespañolismo. Para Colau, la aversión a la Monarquía que produce su republicanismo de pandereta. Ya hizo retirar el busto del Rey Juan Carlos del Salón de Plenos al llegar a la alcaldía; o sea, antes de las polémicas sobre su persona. Y todo dentro de un programa dirigido a eliminar de instituciones y callejeros cualquier nombre que le sonase poco republicano. Recordemos cómo desterró de su calle al Almirante Cervera, calificándole, claro, de «facha». Un faltón pipi-caca-culo como Rubianes tiene mejores credenciales que un ministro servidor ilustre de su patria.

Eso de «Viva el Rey» les produce escozor a los progres que, como ella, hacen de erosionar las instituciones democráticas su nicho de negocio. Que hoy en día proferirlo es una osadía, lo saben perfectamente quienes han prestado su imagen en este modesto homenaje a Felipe VI. Una iniciativa de Libres e Iguales en unos momentos particularmente difíciles para a monarquía.

No nací ni de izquierdas, ni de derechas, ni monárquica ni republicana. He ido valorando lo que ofrecía cada una de estas ofertas a medida que iba leyendo y madurando. En función de su relación con la razón, el respeto a la verdad y a los derechos y libertades fundamentales.  Y tuvo la Monarquía un refuerzo definitivo el tres de octubre de 2017. El Rey estuvo donde tenía que estar, con muchísima más valentía y determinación que cualquiera de los actores políticos del momento. Fue, sin discusión, nuestro Jefe del Estado ideal. Difícilmente podría estar a la misma altura un representante surgido de las filas de cualquiera de nuestros partidos.

«El viejo mundo» dice, también «edaísta», la tierna Colau. Los más añosos entendemos la indirecta. No hay duda del promedio de edad de los participantes. Me recuerda el principio de Ciudadanos, todos en la mediana edad, incluso el público. No es ninguna sorpresa. Ocurre lo mismo en cualquier postura que vaya a contra corriente. Cuánto más joven se es, más se depende del grupo. Y luego está la carrera profesional, la competencia por los buenos puestos, la dura lucha por la vida. Uno no puede ‘significarse’, como dice un amigo mío. Por eso sólo dan la cara en los temas controvertidos de la política, como los excesos del alarmismo climático o los desmanes de la ideología de género, quienes ya se sienten a salvo. Los eméritos. ¿Qué sería de la democracia sin ellos?

¿Ella es el «nuevo mundo»? Sin duda, uno que sea nuevo y en blanco, como su actividad y producción intelectual. Pero no uno de progreso, humanismo e inteligencia. Al igual que alardear de «antifascista» suele ser truquillo de fascista, tildar a los demás de monstruos puede enmascarar la propia naturaleza aberrante. Pero esto ya lo sabíamos.