La mitad de Cataluña se suicida con esmero
La mitad de la sociedad catalana merece tatuarse a Puigdemont en la nalga y ser gobernada por su perniciosa calcomanía. Desde Bruselas, desde uno de los ciber pakis que inundan El Raval. Desde su posición de “mascota del mundial”, o desde un frenopático de Milos Forman como si éste fuera MCMurphy, en su versión aislacionista. Con independencia del avatar del prófugo, 2 millones de catalanes volvieron a votar el 21D por el garito repintado de Convergencia. Y con ellos arrastraron inexorablemente a 5 millones de la resistencia que, obligatoriamente, seguirá pagando el diezmo a su intendencia. El 22D iba sentada en el tren pensando en ellos. De camino al oasis hispánico que significaba para mí Madrid tras casi tres meses de colonias periodísticas en una Cataluña mucho más extranjera que Flandes. Y recordé barrios plagados de lazos amarillos, luces de cuaresma indepe con la palabra “lliures”, perros paseados con vestidos amarillos y capotas ictéricas de infantes.
La prédica indepe llegaba hasta el plato de menú que logré comer en horas de cierre de cocina en el barrio de Gracia: “Guisantes con jamón corriendo LIBRES”. En medio de esa realidad social que implica al 47% de Cataluña, la investidura de Puigdemont o de cualquiera de sus secuaces de idéntica naturaleza, se antojaba de todo menos loca o extravagante. En su trascendencia internacional, recordé algunos casos parecidos a los de las aspiraciones independentistas muy alejados del conflicto de Kosovo y de otras manidas alusiones a los conflictos bélicos y pactos alcanzados en románticos armisticios tan aludidos por sus portavoces: el fatal suicidio epifánico de Waco protagonizado por la secta de los Davidianos liderados por David Koresh. O la masacre de Kanunca en la que mil personas ardieron voluntariamente en un averno casero improvisado bajo la promesa de su líder de que serían llevados al cielo por la Virgen.
El perpetuo rito exorcista del independentismo por liberarse del demonio del Estado, la oligofrénica liturgia de los curas catalanes dando la comunión a las urnas, y el mesianismo en el que los independentistas se erigen, habla de parte de una población mucho más constituida como organización de milicia que como sociedad. Habla de una masa mórbida y ofrecida al suicidio masivo y a las homilías de líderes que logran que sus seguidores se sacrifiquen ante la creencia de que después de la muerte les espera un cielo infinito y 100 vírgenes de La Garriga y Girona. Nada cambiará en el cuartel faccioso que es el Parlamento catalán desde hace más de 37 años y que hoy ha vuelto a inaugurar una nueva legislatura de quirúrgica batalla a la legalidad, a los derechos civiles de más de la mitad de la población y a los derechos políticos de la oposición.
La elección de Roger Torrent para presidir la mesa se consumó gracias a la atracción incluso carnal de Podemos hacia las tesis soberanistas. Confirma que, la urgencia de Ciudadanos, la falta de autoestima del PP y la prisión preventiva de Junqueras no macerará un inaudito respecto al orden constitucional. Éste ha sido absolutamente despreciado por Ernest Maragall que, en su efímero discurso de ayer, volvió a demostrar que el PSC es la más ferviente cantera de la depredación nacionalista que está a la altura de los racistas ex presidentes de hemeroteca Heribert Barrera, Carmen Forcadell y Núria de Gispert. Quizá podríamos afrontar con sinceridad el debate reconociendo que los auténticos responsables de lo que ocurre en Cataluña no son únicamente los políticos, cómplices empresariales y mediáticos de Cataluña, sino esos 2 millones de personas que está decidida a llevarse por delante a la otra mitad superviviente en la menestralía de la ciudad de Barcelona y su área metropolitana. Cataluña durará el tiempo que ésta resista.
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
Carta abierta a la presidenta de la Comisión Europea
-
BBVA admite internamente el fracaso de la OPA sobre Sabadell y se conformará con el 30% del capital
-
Qué fue de Beth, la cantante de ‘Operación Triunfo’ que representó a España en Eurovisión 2003
-
El Atlético engancha: vuelve a batir su récord de abonados en el Metropolitano
-
Aitana Bonmatí vuelve a disfrutar