Opinión

Mascletá inversa

Ya escribí el pasado miércoles que no parecía necesaria tanta concentración defensiva nacida de la mente conservadora de Javier Aguirre después de que el Mallorca encajonara a la Real Sociedad en la fase final del encuentro celebrado en San Sebastián. Ya decía el maestro Domingo Balmanya que lo primero es procurar que no te marquen y una vez conseguido ya pensarás en ir al ataque. El mejicano lo lleva a rajatabla, pero si ayer el Valencia no se hubiera adelantado en el marcador y sus cambios no hubieran sido más lógicos que los de su colega en el banquillo local, el empate a cero habría presidido el luminoso de Mestalla al final del tiempo reglamentario y sus prolongaciones.

Antes de abrir la lata, todo se había reducido a un tiro de Almeida desviado por Rajkovic, ya cerca del descanso, y otro de Kang-in Lee repelido dos veces por el portero. Pero el juego se desarrollaba casi en su totalidad en la mitad de campo visitante en la que los hombres de Gattuso no encontraban, ni creaban, espacios por donde hallar algún desfiladero por el que salir a la espalda de la impenetrable muralla balear.

La batalla no empezó hasta que cada uno decidió hacer lo contrario de lo que había puesto en práctica antes del primer tanto del lance. Inmediatamente después de encajar el golpe, Baba relevó a Battaglia, con tarjeta y muy pesado, pero sobre todo Dani Rodríguez y Amath, por ímpetu y velocidad , desnortaron todo el entramado del anfitrión. Guillamón ocupó su posición natural por delante de su defensa demasiado tarde, después del empate y la deconstrucción que suponía la carga de la caballería ordenada por el técnico italiano sobre el área bermellona a costa de despoblar la sala de máquinas, impidió a los relevos cumplir con su misión por falta de suministro, no de intendencia, sino de munición.

La resolución del media punta coreano que despreciaron en Paterna, prendió la mecha de una mascletá que estalló en pleno corazón de Valencia, pero cuyos vivos colores iluminaron el cielo de Mallorca.