Opinión

Más profundidad, por favor

Defiendo la figura de los árbitros. Su labor es muy difícil y los jugadores que, como Jaume Costa, reclaman empatía, deberían ser los primeros en no tratar de engañarles, en no hacer cuento, no simular piscinazos ni agresiones cuando todos, o casi todos, hacen lo contrario y todos aquellos que reniegan de los arbitrajes, aplauden la picaresca.

No nos vamos a centrar en si la acción de Oliván sobre Angel en los estertores del Mallorca-Espanyol fue merecedora del máximo castigo. Particularmente me pareció más alevosa la anulación del gol de Amath en San Sebastián no tan solo por la inexistencia de infracción alguna del delantero, sino porque no se contempla intervenir desde la cabina del VOR en jugadas de interpretación.

Aunque las redes sociales admiten barbaridades que exceden hasta la más amplia aplicación de la libertad de expresión, muchas de ellas expresadas desde el anonimato, es deplorable el desconocimiento. Por ejemplo, ni Javier Tebas, ni la Liga de Fútbol Profesional tienen nada que ver con el Comité de Arbitros, que depende exclusivamente de la Federación Española de Fútbol que preside Luis Rubiales.

Repito que defiendo a los colegiados, no al sistema. Si a «jueces» que han sido nefastos en el campo, los remites al VAR al retirarse o cuando descienden de categoría, seguirán siendo igual de malos. Es el caso de Ignacio Iglesias Villanueva o Jaime Latre que, por idéntica razón, jamás tuvieron que pitar en Primera, ni pisar una cabina de vídeo.

El problema no fue el descubrimiento de la pólvora, sino el uso que el hombre le ha dado para hacer daño. El VAR es un buen invento, pero mal utilizado. Pitar un penalti o no termina por acabar en anécdota. Lo importante es el fondo de todo el entramado. Las trampas de los clubs, los tejemanejes de los directivos, los intereses económicos que se mueven alrededor, las tretas de los futbolistas, la parcialidad de medios y comunicadores. Hay mucho donde mirar antes de enfocar el error arbitral, sea por incapacidad manifiesta o equivocación humana.

Aunque para otros asuntos, ya lo reclamaba Jesús Quintero: «más profundidad por favor, un poco más de profundidad, un poco más»