Opinión

Más invertir en salud mental de los guardias civiles y menos en flautas, Marlaska

Las cifras son concluyentes. El plan especial puesto en marcha por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, para paliar el alto índice de suicidios en la Guardia Civil se ha constatado como un rotundo fracaso. Cada año se suicidan más agentes y hay un dato que es revelador: las tasas de suicidio en la Benemérita triplican a las de la población en general, sin que el plan haya servido para paliar lo que es una tragedia en toda regla. Y es que las cifras hablan por sí solas: once agentes de la guardia civil se han quitado la vida en lo que va de año.

En sólo 9 meses, el Cuerpo ha enterrado a un compañero más por este motivo que en todo el año 2023. Y las cifras apuntan a que, en vista de la progresión, se va camino de superar los datos  del año negro de 2021, cuando se alcanzaron los 16 suicidios en la Guardia Civil. A esos 11 agentes de la Guardia Civil también hay que sumarle otros cinco de la Policía Nacional, lo que hace un total de 16 agentes dependientes de Interior que se han quitado la vida en lo que va de 2024.

En apenas cuatro años se contabilizan 95 suicidios entre guardias civiles y policías. Y es que el plan puesto en marcha no es un verdadero plan integral de prevención del suicidio, sino un parche que no contempla medidas como el acceso rápido a servicios especializados de atención mental. Es, por decirlo de una manera suave, un plan más cosmético que otra cosa, porque a nadie se le oculta que el alto índice de suicidios tiene que ver con el estrés laboral provocado por los traslados frecuentes y la exposición constante a situaciones de alto riesgo.

Mientras no se aborde de raíz la precaria situación sociolaboral que padecen los agentes todas las medidas de prevención que se adopten serán insuficientes, porque el problema de fondo está en las pésimas condiciones en las que tienen que ejercer su trabajo, a menudo con medios absolutamente deficientes. De modo que antes de gastar 50.000 euros en la compra de una flauta Muramatsu y un fagot Moosman para la Guardia Civil -eso es lo que ha pagado el Ministerio de Interior- habría que invertir en mejorar la salud mental del Cuerpo, garantizando, antes que nada, una condiciones de trabajo dignas.