Opinión

Más confinamientos, la amenaza de Sánchez

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

¡Atención a lo que encubre Sánchez! Si las elecciones en Cataluña le salen “medio bien”, tal y como prevén las encuestas, al día siguiente, o sea, el 15 de febrero, volverá a “entrar en la paz de nuestros hogares”, como solía decir su antepasado en modos y maneras, Franciso Franco, y anunciará que de nuevo, no le cabe más remedio que proceder al confinamiento de toda España. Ni más, ni menos. Este anuncio que recoge el cronista no es una especulación sin fundamento, es fruto de conversaciones con quienes dicen tener -a lo peor es mentira- contacto frecuente con los fontaneros de La Moncloa, al frente de los cuales se halla, escondido estos días por el Covid, el gurucillo Redondo. Y a propósito, y perdón por la digresión: el protocolo vigente marca que las personas que han estado muy cerca de un paciente afectado de positividad, y aunque sus famosas PCR hayan dado resultado negativos, deben (mejor dicho, tienen) que guardar una cuarentena fija de, al menos, siete días o un máximo de diez. De aquí que sea pertinente esta pregunta: ¿Están guardando Sánchez, sus ministros relacionados con el gurucillo, los colaboradores de éste y sus frecuentes visitantes, incluidos sus periodistas de cabecera, esta cautela? No hace falta plantear oficialmente la interrogante: la respuesta es NO. Pues con el pan de todos nosotros se lo coman.

Hecho el paréntesis, volvamos al caso, como diría José María Pemán. Las elecciones catalanas, cuya campaña ya está en marcha, se han iniciado con un tremendo dilema irresoluto por ahora: el día 8 de febrero, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, procederá a emitir su decisión sobre si se pueden abrir los colegios electorales el día 14. Ahora mismo, según las noticias contrastadas que llegan del Principado, es que el Tribunal duda, o sea, más bien que no sabe qué hacer. Si se ajusta a lo que manda la juridicidad, las elecciones se realizarán sin duda, pero los magistrados tienen que estar influidos por la situación pandémica de Cataluña, que ahora mismo registra unos niveles de incidencia acumulada por encima de los mil casos por cien mil habitantes. Un dato que, según los parámetros que fija la Organización Mundial de la Salud, son incompatibles con la normalidad sanitaria y ciudadana.

Pero Sánchez está convencido de que la presunta abstención que provoque la pandemia favorece a su candidato, Salvador Illa, algo que, de nuevo, está por ver. En estos momentos el proceso no camina en esa dirección, hasta el punto de que el voto por correo es muy superior al habido en las pasadas elecciones. Ahora bien: una cosa es emitir una papeleta a distancia, sin aparente riesgo físico alguno, y otra muy distinta acudir a los centros específicos para depositar el voto en una urna. Hay quien dice, de forma chusca, que se si celebran por fin los comicios, los colegios parecerán marcianos, con miembros de mesas ataviados como si estuvieran en una UCI, y apoderados de partidos ensimismados y sin ni siquiera acercarse a potenciales electorales, es decir, toda una anomalía, mírese por donde se mire.

Sin embargo tal irregularidad le trae por un pimiento a nuestro, todavía, presidente. Le importa un comino a quien nos ha llevados al borde, otra vez, de los cuatro millones de parados, casi setecientos mil en un año, que ya no se pueden disimular, a pesar de sus esfuerzos. Hace cuchufletas a los ochenta mil españoles que han caído de marzo aquí víctimas del maldito virus. Oculta que su propaganda del “vacunas para todos” (acuérdense del escenario apoteósico del 30 de diciembre) ha resultado al fin un clamoroso fracaso. Hoy los pinchazos de inmunización son sólo una excepción en España, y las promesas de Sánchez y del tuercebotas Illa que le ha acompañado en la Sanidad durante todos estos meses, han sufrido un desmentido rotundo.

Ni el Gobierno había hecho acopio de los viales cuando empezaron a distribuirse, ni, lo que es aún peor, ni siquiera se sabe cuándo van a llegar, con cuentagotas o no, otra vez a España. Para Sánchez la política, incluida la que influye sobre la salud de los ciudadanos, es pura pirotecnia, histrionismo, engaño. Él, como su gurucillo, han hecho doctrina de una máxima repulsiva que manejan de común todos los vendedores de aire: “En política sólo parece lo que aparece”. Dado que su colonización mediática es absoluta, hay que reconocer que el país ha aceptado sus escenarios como dogma de fe colectiva. ¿El último?: esa encuesta falaz del gregario Tezanos en el CIS para demostrar que a Sánchez le siguen una multitud de votantes, ahítos de su formidable gobernación. ¿Es decente adelantar que con cuatro millones de parados en la calle, ochenta mil muertos y una nación en bancarrota, el PSOE de Sánchez sigue batiendo marcas en los sondeos? Claro que no, Sánchez, en su prepotencia dictatorial, comunista, es un perfecto bribón.