Opinión

Manual de resistencia contra mujeres bobitas

Martes, mediodía, hora de comer. Esperando el telediario, el programa de Sonsoles Ónega finaliza hablando de cotilleos, en este caso sobre la nueva relación de la hija de un señor cuya familia no tiene otra cosa que hacer que pasearse por los platós de televisión poniéndose bonitos los unos a los otros. Después del vídeo, la presentadora requiere la opinión de Alba Carrillo, de profesión modelo reciclada en comentarista rosa, que acaba con una apoteósica frase: “Lo único que puedo decir es que… ¡Ya tenemos las dos quien nos compre bolsos! ¡Biiiiieeeeeeeeeen!”. Frase estupenda donde las haya, decorada por las risas de sus compañeros de plató, que lo vieron todo de lo más normal. Mientras, a mí se me indigestaba la comida.

No quiero pensar qué contestará esta fémina si le preguntan sobre la liberación de la mujer y lo que significa la independencia femenina. Ella vive para encontrar un macho alfa que le compre bolsos, porque, claro, no es lo mismo que una misma se los pague. Ni, ya puestos, los zapatos, la ropa, el coche, la casa, los viajes, y todo lo demás. Efectivamente, no es lo mismo. Pagar una misma sus propias facturas cuesta sudor y lágrimas muchas veces, y que lo haga otro por ti es un estatus que todavía atrae a muchas mujeres: ser una mantenida es tan cómodo y luce tanto, que es la aspiracionalidad de, por desgracia, demasiadas. Nos lo enseña la sociedad, la televisión, el poder. Vamos, que contra todo lo que nos quieren hacer creer, la verdad pura y dura es que las mujeres, por mucho sonajero que nos dejen agitar, no avanzamos como deberíamos.

Para empezar, y sin entrar en otros detalles, la dependencia que muchas mujeres tienen todavía del ‘deber’ de belleza, del deber de estar guapa y estupenda para siempre jamás. Una dependencia subrepticia, que entra por los ojos y obnubila, sobre todo cuando eres joven, inexperta y te han educado en la inseguridad. Y si tienes la autoestima bajo mínimos, ni te cuento. Se trata de un deber impuesto, que, no lo olvidemos, supone un negocio billonario. La mujer, desde hace siglos, se ha alienado en su imagen y, en un mundo donde la cultura visual impera, ninguna imagen es inocente, empezando por la personal. De ahí que las canas, las curvas y las arrugas sigan siendo para las fuera de la ley de la belleza. Las excepciones que confirman la regla. Las resistentes. En la era de internet es tan evidente como penoso ver como tantas mujeres inundan sus redes de selfies –y en el caso de la Carrillo, próximamente también de bolsos (pero no de los de don Amancio)–, porque necesitan refrendar su imagen cosificada frente a los demás. Si les preguntáramos, seguramente ninguna reconocería ser una mujer florero. Pero lo son.

Como mujer, creo firmemente que la lucha de las mujeres empieza primero por una misma. Son nuestras pequeñas decisiones las que marcan nuestro destino, más que las grandes reivindicaciones. Por eso toca que cada una empiece cambiando su vida con cada decisión tomada. Hay que ser valiente y hacerse cargo de una misma. Hay que ser capaz de tener un criterio propio que permita tomar las decisiones de manera libre. Pero, obviamente, para eso primero hay que ser inteligente. Hay que renunciar a la dependencia no sólo económica, sino, sobre todo, a la intelectual. Como dice una buena amiga: “La liberación de la mujer empieza cuando se corta el pelo”. Y tiene toda la razón. De paso, yo añado: y cuando se compra sus propios bolsos. Amén.

Inmaculada Urrea es consultora de branding.