Madrid: los catalanes necesitamos que resistas
Porque no todos somos iguales que esos independentistas que Pedro Sánchez ha considerado que le valían como aliados para el gobierno de España. Esos que tanto nos avergüenzan por lo menos a la mitad de los ciudadanos de Cataluña. Se nos revuelve el estómago cuando les vemos en la capital de España con sus desafíos de pacotilla, sus bravuconadas de barriobajeros sin más objetivo que contentar a un electorado al que se le fue habituando al supremacismo narcisista, aquel que les dice que por ser catalanes ya tienen derecho a un asiento de primera. Droga tóxica donde las haya y de cuyo tráfico viven tantos oportunistas.
Créanme, estos días en mi casa nos tapamos los ojos cuando vemos por televisión al tal Gabriel Rufián alardeando de las cesiones arrancadas en la negociación de los Presupuestos. Al parecer, los de ERC han logrado un «preacuerdo» con el Gobierno (“español”, dicen, no sea que alguien se equivoque y se crea que ha sido con el lituano) con el que esperan el «fin del control financiero a la Generalidad existente desde el 2015», la «prórroga de la moratoria para autónomos hasta marzo de 2021», la «liquidación de la deuda en Becas desde 2005» y la «creación grupo de trabajo para poner fin al dumping fiscal en Madrid».
Y la gracia es esto último. Porque no se trata de conseguir botines para “Cataluña”. Se trata, como ya sospechan, de arrebatárselo a “los españoles”. ¿Y que representa mejor a esa raza de expoliadores que “Madrid”? Rufián vive en un estupendo sistema autonómico que concede grandes ventajas a Cataluña, sistema que aún querría más autónomo teniendo en cuenta que la independencia no está a la vuelta de la esquina como aseguraban los suyos hace tres años. Un sistema de autonomías que desembocase en una nación de naciones porque aún respetaría más la diversidad del Estado español. ¡Oh, la diversidad!
Todo falsedades, porque esa libertad es sólo para ellos y no para Madrid, que debería administrarse a su gusto y al de la izquierda chavista. Si pudieran, pondrían en marcha una «reforma fiscal total, justa y progresiva» que acabase con “el dumping fiscal de facto y con el paraíso fiscal montado por la derecha en la Comunidad de Madrid». O sea, que eliminarían las bajadas de impuestos como sucesiones y patrimonio. Se les entiende todo. Quieren poner trabas a los que trabajan y crean porque les hacen quedar como unas sanguijuelas parásitas y les molesta. Su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, ya les ha avisado de que será por encima de ella y que no sigan porque se convertirá en “su pesadilla». Y ha añadido que Madrid no es un “paraíso fiscal”, que quizá lo que ocurre es que otras autonomías son un “infiernos fiscales».
O simplemente “infiernos”. Lugares lúgubres donde medran y pueden tocar poder personajes siniestros como una tal Esther Melgosa, miembro de la ejecutiva de las juventudes de ERC, el partido que quiere purgar Madrid de sus pecados. Una tipa tan “infernal” que ha pedido “que vuelva ETA, que hizo un gran trabajo” en un tuit que luego eliminó. ¡Qué miedo! ¡Y aún nos asustan con que viene la “ultraderecha”!
Por eso es importante que resista Madrid. No sólo porque, como dice Ayuso, es un refugio para los que han huido de la “corruptela independentista” en busca de sensatez, libertad o seguridad jurídica. También para que quienes vemos cómo esa gente nos ha deteriorado la convivencia, la economía y las libertades políticas tengamos un poco de esperanza. Que sepamos que existe en nuestro país un lugar donde las ideologías más nefastas no sobreviven y que sea un puerto de seguridad y libertad donde recalar. No es meramente retórico. Si gracias a Sánchez seguimos así, tal vez muchos catalanes lo necesitemos