Las mentiras del relato populista sobre la crisis
La crisis económica se nos ha vendido como una historia de ricos contra pobres: un proceso de descomposición en el que los adinerados se han lucrado a costa de los más desfavorecidos. Tal narrativa ha terminado siendo filtrada incluso por anteojeras conspiranoicas: la crisis no ha sido en el fondo una crisis, sino una estafa pergeñada por la casta para medrar explotando a los nuevos pobres. De ahí que para contrarrestar la alevosa estafa de los ricos sea necesario organizar una fuerza popular de resistencia que tome las instituciones estatales y consiga empoderar a los “de abajo” frente a los “de arriba”.
A buen seguro todo lector será capaz de reconocer cómo este relato ha sido apadrinado por determinados partidos políticos —Podemos, Izquierda Unida, las Mareas o Barcelona en Comú— para justificar tanto su asalto al poder como las políticas de cambio que pretenden aplicar desde el poder. Pero el relato tiene un problema: está basado en hechos falsos. Y es que, tal como acaba de publicar recientemente la Fundación BBVA en su informe Distribución de la renta, crisis económica y políticas redistributivas, la crisis no ha llevado a que los pobres se hagan más pobres y los ricos, más ricos: al contrario, lo que ha provocado la crisis es que todos —ricos y pobres— nos hayamos empobrecido.
Más en concreto, entre 2007 y 2013, la renta per cápita del 20% más pobre de la sociedad española se contrajo más de un 4% al año; y, a su vez, la renta per cápita del 20% más rico de la sociedad se contrajo más de un 2% al año. O dicho de otra manera: es verdad que, durante la crisis, las rentas bajas se han hundido relativamente más que los las rentas altas —lo que explica el aumento de la desigualdad— lo que no es cierto es que las rentas altas se hayan lucrado gracias a la crisis. No es que unos hayan cogido una mayor porción de la tarta: es que la tarta se ha vuelto más pequeña para todos.
Llegados a este punto, la pregunta es obvia: ¿qué hacer para mejorar la situación de los más desfavorecidos? Y el propio informe nos permite llegar a una conclusión bastante robusta: el aumento de la pobreza y de la desigualdad desde 2007 se debe en esencia al aumento del desempleo. De hecho, la desigualdad entre las personas con empleo se ha reducido durante la crisis: señal de que quienes peor lo han pasado —como deberíamos ser capaces de entender apenas apelando al sentido común— son los parados. Por consiguiente, la clave para contrarrestar la pobreza y la desigualdad es crear empleo de calidad: y la vía para lograrlo es una economía más libre, no redistribuir la renta mediante nuevos impuestos y más gasto público tal como propugna el populismo mesiánico. Si su relato de los hechos estaba falseado, las soluciones planteadas son igualmente erróneas y pauperizadoras.