La inflación sigue subiendo
Tras la publicación del dato del indicador del IPC adelantado de diciembre, el Gobierno se apresuró a decir que la inflación baja. Nada más lejos de la realidad. La inflación anual estimada por el indicador adelantado del IPC de diciembre de 2023 es del 3,1%. Aunque es una décima menor que el de noviembre, no deja de ser una desaceleración del crecimiento de precios, no una reducción real.
En el indicador adelantado no se ofrece desagregación por rúbricas, pero hay que recordar que en noviembre -último dato definitivo- el precio de los alimentos aumentó un 9% interanual; la carne de cerdo, un 12,9%; los aceites, un 44,5%; la leche, un 4,4%; las legumbres, un 16,8%; las patatas, un 9,3%; el pescado, un 6,2%; el azúcar, un 7,5%. Todo ello, sobre subidas acumuladas ya muy importantes en los últimos meses.
Pese a eso, el PSOE ha llegado a afirmar que la inflación baja gracias al comportamiento de los alimentos y la electricidad, cuando sigue subiendo, porque son subidas menores sobre niveles ya muy elevados, pero subidas. Es más, dice el Gobierno que la inflación subyacente cae con fuerza -nuevamente, confunden caída con desaceleración del crecimiento, además, por efecto estadístico- por ese buen comportamiento de los precios de los alimentos y la electricidad. Quizás olviden que la subyacente excluye a los alimentos no elaborados y los productos energéticos.
Esa tasa de variación anual estimada de la inflación subyacente (índice general sin alimentos no elaborados ni productos energéticos) disminuye siete décimas, hasta el 3,8%. Nuevamente, como digo, no es bajada, sino minoración del incremento, pues sigue creciendo, ahora al 3,8% interanual.
Por tanto, la inflación no baja, sino que mantiene su crecimiento, pero sigue creciendo. Es más, si analizamos la inflación mensual, vemos que se queda en 0% (realmente, crece un 0,023%), empeorando respecto al registro de noviembre, donde bajaba 3 décimas. Y si hablamos de la subyacente, sube casi 3 décimas (2,3 décimas) mensualmente.
Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 16,75%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 15,06%.
De esta manera, los españoles sufren una pérdida de poder adquisitivo enorme, al menos por tres vías: la subida de los precios, con el de muchos alimentos a doble dígito, que hace que cada vez puedan comprar menos y que tengan que pagar mucho más por ello; el incremento de sus costes financieros -por la necesaria política monetaria restrictiva para combatir el mal mayor que es la inflación-, especialmente las familias con hipotecas a tipo variable y las empresas, que se asfixian con la financiación; y el incremento de impuestos, insaciable, tanto directos, como indirectos, como el impuesto al trabajo que, en la práctica, constituyen las cotizaciones a la Seguridad Social.
Junto a ello, la desaceleración económica, que se intensifica debido, precisamente, a ese empeoramiento del poder adquisitivo, de las expectativas y de la merma de la aportación del sector exterior. Empobrecimiento que incrementa la subida de cuotas hipotecarias, que supone incrementos mensuales importantes, por encima de los 300 euros al mes en el mejor de los casos (que puede superar los 500 con facilidad).
Todo ello, merma renta disponible a los agentes económicos, que se empobrecen, especialmente las familias, afrontando, con los ahorros generados durante la pandemia ya gastados, un horizonte muy difícil, en el que la mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue endeudando y asfixiando con impuestos.