Illa abandona el barco en pleno naufragio sanitario
Si el balance de la gestión del todavía ministro de Sanidad, Salvador Illa -hoy está previsto que abandone su cargo-, se refleja en las cifras de la pandemia, sólo cabe decir que su paso por el Gobierno socialcomunista se ha saldado con un estrepitoso fracaso. Lo peor, en todo caso, no es eso, sino que lleva semanas abdicando de su responsabilidad como ministro, centrado casi en exclusiva en las elecciones catalanas. Por supuesto, el inductor de esta irresponsable estrategia no es otro que Pedro Sánchez, que ha decidido conscientemente desproteger la salud de los españoles -al no permitir que las comunidades adopten medidas mucho más restrictivas para frenar la pandemia- por puro interés partidista.
Por decirlo más claro, Sánchez, entre menos contagios y más votos, según las encuestas, ha optado por lo segundo. Está es la catadura moral de un personaje que todavía se permite el lujo de presumir de gestión. Sólo le falta que nos exija estarle agradecido por convertir a España en descomunal foco de contagio. España, a día de hoy, es el país del mundo con más contagios semanales por cada millón de habitantes, con una tasa de incidencia a 14 días que roza los 900, casi cuatro veces más del límite que los expertos consideran de alto riesgo.
Illa abandona el barco en mitad del naufragio justo cuando nuestro país presenta las peores cifras durante un fin de semana. Y lo hace de manera vergonzosa, alentado por su jefe, dando un portazo al Parlamento. Se va sin rendir cuentas en una demostración de nulo respeto a lo que representa la democracia. En realidad, de esto también es culpable Pedro Sánchez, que ha convertido la sede de la soberanía nacional en una institución estéril. Sánchez, de facto, ha aprovechado la pandemia para cerrar el Congreso de los Diputados. Ha confinado el Parlamento en una exhibición grosera de totalitarismo.
Illa abandona el cargo dejando a las autonomías sin más instrumentos para hacer frente al virus. Se larga indignamente, mientras Pedro Sánchez, el gran culpable, todavía tiene cuajo para presumir de gestión y el virus avanza, imparable, ante el insoportable desdén de un presidente que se ha convertido en un peligro para la salud de todos de los españoles
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