Iglesias vs. democracia
Maurice Duverger, jurista y sociólogo francés, concluye que “depende de los electores, de la mayoría, cuáles serán las metas de la democracia”.
En los regímenes democráticos consolidados, que siguen siendo una minoría en el mundo, no suele ser así, pero hay ocasiones en que la forma en que hagan los ciudadanos una elección concreta va a determinar no sólo las metas sino también la profundidad, la calidad y aún la existencia misma de la democracia.
Es fácil entender que una colectividad tiene más posibilidades des desarrollarse política, social y económicamente si la elección de sus ciudadanos es objetivamente acertada e indicada para procurar ese desarrollo; y es también fácil inferir que una población con mayor formación en conocimientos y valores será capaz de acercarse más a esa elección objetivamente adecuada. Hablamos del viejo aforismo de saber lo que es bueno para sí mismo y para los demás.
El hecho de que Pablo Iglesias se presente como candidato a unas elecciones muy importantes para el futuro de Madrid (y seguramente para toda España en la medida que confirmará liderazgos que pueden ser preponderantes en futuras elecciones generales), hace que esa importancia se incremente. Y lo es porque Iglesias abandera una visión tendenciosamente distorsionada de los principios que realmente establecieron los padres de la democracia moderna, y propugna además unas metas que son completamente contrarias a las que sociedades más avanzadas han establecido para procurar el desarrollo socio económico de sus ciudadanos.
Nunca nadie debería haberse engañado con el personaje porque ya de mano nos venía autodefinido, no obstante, para corroborar su catadura, ahora ya tenemos muestras de su “imperfectible” desempeño personal y político. Sin ánimo de ser exhaustivo, ya que sería ímproba tarea que alargaría demasiado el artículo, voy a utilizar como guion lo manifestado por él mismo en el video grabado para anunciar su candidatura.
Así, muy al contrario de lo que impudorosamente ha manifestado, es evidente que la “colaboración” de la calificada por él mismo como “izquierda transformadora” ha provocado una inestabilidad política en la gobernación de España que podría estar próxima a la de los periodos republicanos: repetidas convocatorias electorales, coaliciones de gobiernos autonómicos y municipales con partidos secesionistas que trabajan en la destrucción de España, e inexistencia de una mayoría parlamentaria estable, lo que ha impedido una normal actividad legislativa y empujado a la instrumentación y al abuso en diferentes instituciones del Estado.
Igualmente, declarar como modélica la gestión sanitaria y económica de la pandemia por parte del gobierno de coalición sería, si no estuviéramos hablando de algo tan grave y de tan triste impacto para muchos españoles, propio del enloquecido proceder de Groucho Marx en el papel de Rufus T. Firefly como presidente de Libertonia.
Y tampoco es fácil mantenerse impasible cuando Iglesias enumera cuáles son las actuaciones imprescindibles para la Comunidad de Madrid. Expresiones como “reconstrucción de lo público”, “justicia fiscal”, “defensa del feminismo”, “lucha contra la violencia” o “combate a corruptos y criminales” resultan paradójicas, y aun diría que insolentes, en quien ha conseguido ejemplificar en sí mismo todo lo que en teoría pretende combatir: utilización improcedente de bienes públicos y aprovechamiento de la política como ascensor social y económico, comportamientos indefectiblemente machistas, corruptelas de diferentes tipos protagonizadas por él mismo y por su entorno, sempiterno y expreso apoyo a terroristas y justificación de comportamientos violentos, entre otras muestras de la relajación ética en su desempeño personal y político.
Volvamos antes de terminar a la ciencia política, esta vez de la mano de otro sociólogo francés, Raymond Aron, que defendió la libertad y la razón frente al totalitarismo político e intelectual del comunismo. Afirmó Aron que “los ideales que pueden abrazarse son aquellos que se pueden alcanzar sin destruir lo que se pretende defender”; debiera así el “ínclito” profesor de ciencias políticas tener en cuenta que su pretendida vocación de mejorar el destino de los humildes no puede “sacrificar lo que fue y tiene que seguir siendo el corazón mismo de la aventura humana: la libertad”.
En fin, si, como decía Duverger, se quieren determinar unas metas de la democracia orientadas al desarrollo personal y social del país, conservando además los principios de dicha democracia, la opción de los votantes, sean de la ideología política que sean, en las elecciones en Madrid o en cualquier otra, nunca podría ser Pablo Iglesias.
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