Opinión

Historia desdichada de España

La actualidad política nacional no da respiro, teniendo un presidente del Gobierno de la nación como jamás pudiera haberse imaginado nadie con un mínimo sentido de Estado, pero es una realidad desde que Pedro Sánchez fue aupado a esa responsabilidad por los enemigos políticos declarados de España. La perspectiva y la experiencia acumulada desde entonces, junio de 2018, pone en su lugar lo que aquéllo significó contando con la cifra de 84 diputados en aquel momento, inadecuada para asumir esa tan elevada responsabilidad.

Ahí sigue. Aprovechó el momento que vivía el Partido Popular con Pablo Casado al frente, que le permitió con una repetición electoral obtener 120 escaños y continuar en la Moncloa mantenido por ellos. Era inimaginable que partidos y dirigentes separatistas incluidos los bildus- además de sus socios comunistas- sean quienes estén a los mandos de la gobernación de España. El «bloque político de la moción de censura» tiene mayoría suficiente en el Congreso para aprobar lo que deseen, lo que es la prueba más evidente de la dramática situación en que se encuentra España. Sólo faltan que Sánchez controle el Constitucional para que toda esa política quede «constitucionalizada».

El tiempo transcurrido desde aquella infausta moción de censura, que teóricamente era una necesidad ética exigida para acabar con la corrupción política del partido Popular en el Gobierno, contó con un juez indigno de su responsabilidad jurisdiccional, que en un auto sobre el caso Gürtel escribió un comentario personal.

Ahora, tras indultar a los sediciosos responsables del golpe contra el fundamento mismo de la Constitución la «indisoluble unidad de la nación española» teniendo en contra la opinión unánime del Tribunal Supremo y la Fiscalía, y sin mostrar arrepentimiento alguno los así premiados, pacta con ellos la reducción de sus condenas, en especial la inhabilitación, modificando a la carta el ordenamiento legal conforme al cual fueron juzgados y condenados. Es todo tan excesivo para una persona con un mínimo sentido común, que resulta una pesadilla contemplar impotente lo que sucede. Mientras, Sánchez pregona ufano el cuestionario de su manual de resistencia elaborado para la ocasión, que afirma que «la convivencia en Cataluña está mejor ahora que en 2017».

Ahora en Cataluña hay una calma que sigue a la tempestad desencadenada el 1 de octubre de 2017, pero es una situación transitoria, algo así como el repliegue secesionista a sus cuarteles de invierno, a la espera de que escampe el clima político y social adecuado para «volverlo a hacer». Sobre todo porque los dirigentes que iniciaron el procés en 2012 y que por ello fueron juzgados y condenados por el Tribunal Supremo así lo vienen repitiendo desde el primer día. Ahora saben que les saldrá muy barato, convirtiendo un golpe de Estado 2.0 en algo así como provocar desórdenes públicos quemando contenedores, lo que la CUP y los CDR conocen muy bien.

El argumento no está completo si no se analiza el porqué y cómo se produjo esa situación hace ahora 10 años, lo que nos lleva al cambio político bruscamente producido en España en 2004, tras el atentado terrorista del 11-M, a tres días de las elecciones generales y que significaría la llegada al Gobierno de los partidos que en Cataluña acababan de suscribir el Pacto del Tinell. Con ese pacto se formó el primer tripartito con Pasqual Maragall al frente, que promovió un nuevo Estatuto -no reivindicado hasta ese momento por nadie- y que fue la semilla de la discordia en Cataluña cuyo fruto germinaría con el procés, al llegar el PP al gobierno en plena crisis económica que dejaron de en herencia los socialistas en España y los Tripartitos en la Generalitat.

La Historia, maestra de la vida, prueba que la conjunción del PSOE con los comunistas y ERC ha sido para Cataluña -y desde ella para toda España- causa de desdichados acontecimientos. Con la II República, en octubre de 1934 el golpe de Estado contra el legítimo Gobierno por ser de «derechas», y ya constituidos en Frente Popular desde febrero de 1936, directamente a la Guerra Civil. Ahora llevan a España a repetir la Historia por otra senda desdichada.