La hegemonía de la izquierda cuestionada: el pin parental

La hegemonía de la izquierda cuestionada: el pin parental

Comienza el nuevo trimestre y vemos a la ultraizquierda desquiciada por el tema del veto parental que plantea Vox. Más Madrid ha pedido un pacto en contra de todos los partidos, y Pablo Iglesias ha ido más allá diciendo que blindará la educación afectivo-sexual en términos comparables a la lengua o las matemáticas para que los padres no decidan sobre la educación sexual de sus hijos. Por si no había quedado claro, ha arremetido también contra la educación concertada descalificándola de «dispositivo de adoctrinamiento ideológico». Con ambos ataques señala los dos modelos de educación libre en disputa: el de Vox (partidario del veto parental) y el del PP (partidario de la concertada).

Lo primero que podríamos decir es que la propuesta de Iglesias es inconstitucional, y que por tanto debería proponer antes una modificación de la Constitución. Como eso desacredita su propuesta, no lo hará. Y es que en nuestro actual régimen de libertades, los titulares del derecho a la educación son los padres y no sólo los niños (Art. 27.3 de la Constitución). Además, según el TC (Sentencia 5/1981) la libertad de cátedra tiene como límite el adoctrinamiento y este se produce cuando se establece una ciencia oficial (que es justamente lo que pretende el Dr. Iglesias). Pero más allá de cuestiones legales, hay una cuestión de fondo: el pin parental haría tambalearse la hegemonía educativa de las izquierdas.

Como bien sabemos, una de las inspiraciones intelectuales de la actual izquierda española es el comunista italiano Gamsci. Dicho líder postuló la hegemonía cultural de la izquierda en todos los ámbitos. En el ámbito educativo, la hegemonía se lograría según sus tesis neutralizando los idearios educativos mediante exigencias de pluralidad, y procurando imponer un ideario propio, logrado lo cual se elimina la pluralidad. El primer mecanismo se aplicó en España desde los ochenta mediante la nacionalización encubierta de la educación privada a través de los conciertos. El segundo se ha trabajado a conciencia imponiendo contenidos sin admitir alternativa como la objeción parental. A nadie escapa que la escuela española de los últimos años está muy mediatizada por la izquierda. Y no sólo por la enseñanza de la teoría de género, sino que la limitada autoridad del profesor, el método igualitario de toma de decisiones o la enseñanza de la historia o de las ciencias siempre con enfoques progresistas (¿ciencia oficial?) son un hecho, consolidado en muchos casos por elementos más militantes de la comunidad escolar.

Considerando los antecedentes históricos de la España de Franco, resulta chocante que la izquierda no sea partidaria del pin parental. ¿Acaso no les habría gustado poder vetar la incorporación de sus hijos a la «formación del espíritu nacional». Si no admiten hoy el veto, solo puede deberse a una hegemonía en la que se sienten seguros (pues la memoria no parece que la hayan perdido). Y es que, con las tesis gramscianas en la mano, si la izquierda no tuviera el dominio de la educación, estaría defendiendo el pin parental como mecanismo de neutralización. Si no lo defiende, es porque sabe que la objeción parental puede reducir su predominio.

Tras año de imposición de la hegemonía progre, algún día habrá de abrirse en este país un debate sobre el pluralismo político y la libertad de cátedra previstos en la Constitución. El exceso de politización de la educación los ha limitado hasta límites en ocasiones asfixiantes. Dicho cambio no puede venir sólo de la política: hará falta también una despolitización de la comunidad educativa, demasiado acostumbrada usar la enseñanza como trinchera ideológica en ambos bandos. El pin parental puede ser un primer punto de inflexión. La ultraizquierda lo sabe, y por eso brama.

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