Opinión

Hay pésames que resultan infames

«Me quería referir al caso de Igor González Sola, el preso de la banda ETA que se suicidó la semana pasada en la cárcel donostiarra de Martutene. Y quiero antes de nada decir algo obvio: lamentar profundamente su muerte. Lo lamento», ha asegurado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dirigiéndose al senador de Bildu Gorka Elejabarrieta.

Igor González Sola fue hallado muerto el pasado viernes en su celda, donde decidió quitarse la vida. Había ingresado en prisión en marzo de 2005 para cumplir una condena de 20 años de cárcel por colaboración con banda armada, depósito de armas y falsificación dentro de su actividad en el comando Amaiur de ETA, integrado en el complejo Donosti. Si lo obvio, según Sánchez, es dar una suerte de pésame al representante de la formación proetarra por la muerte de un terrorista, lo obvio es plantearse los motivos que han llevado al jefe del Ejecutivo a expresar públicamente sus condolencias por el suicidio de un etarra. Resulta insólito que el presidente del Gobierno se dirija a un representante de Bildu en estos términos. ¿Por qué lo hizo? Está claro que porque Bildu se ha convertido para el Gobierno socialcomunista en aliado preferente. Los herederos políticos de quienes sembraron de sangre inocente las calles -entre ellas las de muchos socialistas- son ahora el apoyo de un Ejecutivo que no duda en mostrar su pesar por la muerte voluntaria de un etarra.

Si para sacar adelante los Presupuestos, Sánchez tiene que mostrar su pesar a Bildu por el suicidio en prisión de un terrorista -después de que Otegi insistiera en que el Gobierno sigue manteniendo la «violencia de Estado como fórmula política»- es que el jefe del Ejecutivo es capaz de denigrar la memoria de las víctimas del terrorismo con tal de arañar un puñado de votos. Lo que tenía que haber hecho Pedro Sánchez es salir con urgencia a defender la dignidad del Estado cuando hace unos días Arnaldo Otegi avisó de que la muerte de González Sola tendría consecuencias y añadió: «¿Cuándo vamos a hablar en pasado de la violencia del Estado?, ¿cuándo va a desaparecer y cuándo van a entender que no se puede utilizar la violencia para imponer un proyecto a este país del régimen del 78?».

Ahí tendría que haber salido Sánchez. No a lamentarse días después en la sede de la soberanía nacional de la muerte de un etarra. Hay pésames que resultan infames.