Opinión

El gobierno que se muerde la cola

España lleva una década sin construir lo necesario y, en consecuencia, los precios han subido. El mercado sigue menguando porque los (pequeños) propietarios, sobrerregulación, riesgo de impago, temen.

Mientras tanto, el Gobierno del Club de la Bondad tiene a los jóvenes a sueldo electoral. La narrativa es sofisticadísima, diseñada con precisión: el problema son los malos, pero con suficiente presión, se puede hacer que las viviendas aparezcan mágicamente en las zonas deseadas de las ciudades.
Los jóvenes votantes quieren vivir en el centro, cerca de sus amigos y el tattoo center. La ubicación en el centro es un derecho fundamental; si no puedes pagarlo, la culpa es del rentista. La solución, que bajen los alquileres por decreto, o mejor aún, que el propietario medio ceda su vivienda por amor. ¡Que amamos poco y mal!

La crisis juvenil de la vivienda (y el gobierno contra sí mismo) es como el bombero que no logró apagar el fuego, pero se une a los vecinos para protestar por la ineficacia del cuerpo. Como si el chef de un bistrot se quejara del mal sabor del estofado sazonado por él mismo. Como si no tuvieran nada que ver con las decisiones que han tomado en el escenario de un teatro político al que ya nadie presta interés, donde Pedro se funde en un beso onanista contra el espejo, absorto en su propio placer. ¡Porque puede!

Los estudiantes-votantes de la mani, de tintes capilares fosforescentes (que me encantan), de piercing y tatuaje (yo voy a imprimir la cara de aquel que me gusta en mi rabadilla y a horadar lo que haga falta)… Ese ejército de soviets de ternura y applewatch, insisten en derrocar al sistema que defienden, justo antes de pedir un caby o llamar a su madre para que los recoja porque llueve.

No quiero escribir esto (sobre todo porque me hace sentir mayor, no porque tenga mejores alcances o ambiciones filosóficas) pero ¿no es esta la generación «casi sin esfuerzo», au revoir, muy deficientes y bonjour, progresa adecuadamente? ¡Ay, mis sentimientos de algodón de azúcar, mami!

El 92% del mercado del alquiler pertenece a pequeños propietarios. Aun así, la pancarta: «Ama tu barrio, odia al especulador». Y 22.000 chotitos a protestar. Y, desde la tecnocracia surrealista que se critica a sí misma porque es imbécil (pero afortunadamente para ella casi todo el resto también) un término que deshumaniza y demoniza a los que alquilan un piso: «rentistas» (que es lo mismo que fascistas, ímprobos poderes en la sombra).

La ex ministra Jolines tiene siete propiedades, Iglesias, un piso de protección oficial y un chalet con casa de invitados, la ministra de Vivienda, nueve y Pedro Sánchez y su hermano como regalo al cumplir los 18 años recibieron por barba.

Y otra consigna de chotitos: «Nadie necesita un casero».

PSOE contra PSOE. Reyes Maroto exaltada (seis propiedades en Madrid, ni una sola en alquiler social) exige a su partido, y en la obra de teatro los actores se levantan para abuchear al director. Hacedores de leyes como víctimas de esas mismas leyes. Contorsionismo intelectual donde el Gobierno se manifiesta contra las políticas del Gobierno. Carrusel especular que no entienden ni ellos mismos. ¡Qué más da! Está corriendo el marcador de psicosis.

Cánticos, regulación, expropiación, intervención: el Gobierno y sus seis años. Seis años y una mani para alumbrar el principal problema que abanderó la izquierda desde que llegó (cuando ¿no existía semejante problema?). Seis años donde el asunto ha empeorado exponencialmente porque sobran las medidas dirigidas a acariciar la sensibilidad del tonto, cínicas, superficiales, oportunistas, populistas, electorales. La solución real, ¿para qué?, descongestionar el centro, dinamizar las zonas periféricas, mejorar la conectividad…

«¡Danzad, danzad malditos!», (brutal retrato de la desesperación humana en la Gran Depresión, donde un maratón de baile se convierte en una despiadada lucha por sobrevivir. 1969. Sydney Pollack).

¡Danzad, danzad, chotitos! Y votadnos. Si se grita lo suficientemente fuerte, quizá el eco traiga una vivienda en Malasaña para todos.