Opinión

‘Garzonada’, al diccionario de la RAE

La Real Academia Española (RAE) en su próxima actualización del Diccionario de la lengua española debe plantearse incorporar un nuevo término ya muy usado por los hablantes españoles: garzonada, en honor al ministro de Consumo comunista, Alberto Garzón y en menor medida a su hermano, el de la máquina de imprimir billetes. Podría definirse la garzonada como: falta de juicio y cordura. Contrario a la inteligencia y a la razón. Propio de tonto, simple, mentecato y sandio. Sería un nuevo sinónimo de vocablos tan conocidos como desatino, estupidez, despropósito, necedad, disparate, tontería, fatuidad, sandez, bobada, majadería y patochada.

La última garzonada -y para asegurar que es la última hay que tentarse mucho la ropa, ya que la capacidad del ministro Garzón para soltar gansadas es tan desmedida que hay una enorme posibilidad de que mientras yo escribo estas líneas él esté ya soltando una burrada mayor que esta de la que voy a hablar- ha sido eso de que debemos «compartir electrodomésticos» con los vecinos para contaminar menos. Y hasta dónde habrá llegado ya la cosa, que ni siquiera nos ha sorprendido escucharle un dislate de tal calibre, porque es sólo uno más en la enorme lista de memeces a las que el ministro, admirador del Che Guevara, de Fidel Castro y de los tiranos asesinos de la Alemania del este, nos tiene acostumbrados. Veamos sólo algunas de ellas.

Las garzonadas más dañinas han sido aquellas en las que, escondido detrás de un falso neoecologismo comunista, ha pretendido arruinar nuestra economía, atacando a sectores básicos para España como son el turismo, la hostelería, la agricultura y la ganadería, mediante borricadas como cuando dijo que nuestro turismo era «estacional, precario y de bajo valor añadido»; nuestra ganadería producía una carne de «mala calidad» y que los animales son «maltratados» en nuestras instalaciones ganaderas; así como sus continuos ataques a nuestro aceite de oliva, al jamón y hasta a los vinos y quesos españoles. Aunque luego él bien que se hincha de jamón y cerveza en las casetas del Partido Comunista de la feria de Sevilla y en su cocina luce una Thermomix de 1.300 euros que no comparte con nadie, mientras su partido presiona al resto del Gobierno para que se legalice la marihuana y el cannabis, drogas muy apreciadas entre sus votantes de perros y flautas.

Pero tiene otras garzonadas menores que posiblemente ameriten en mayor medida la entrada del término en tan prestigioso diccionario. Así hay que recordar que se gasta el presupuesto de su ministerio en promocionar el uso de ropa de segunda mano, porque él piensa que así se va a salvar el planeta. Que en plena campaña navideña destinó 95.000 euros a promocionar una «huelga de juguetes» contra el «sexismo» que significa la presencia de estereotipos de género en la publicidad de juguetes en España. Tema con el que está completamente obsesionado, habiendo llegado a prohibir los anuncios de juguetes que asocien el rosa con las niñas y el azul con los niños, en el nuevo código de autorregulación de la publicidad de juguetes.

Simplezas, borricadas, ñoñeces, vaciedades y mentecateces que en vez de parecer propuestas de un ministro de España son más propias de una miss de las antiguas, de esas niñas guapas, pero tan ignorantes como Irene Montero o Ione Belarra, que antes se preocupaban por la paz en el mundo y ahora pretenden salvar al planeta. Dentro de muy pocos años nadie se acordará de un Alberto Garzón que no pasará a la historia por las idioteces que hizo como ministro, pero sí ha hecho méritos para que la palabra garzonada quede para siempre en el diccionario