Fraga tenía razón
Leo en Okdiario que, para ganarse el favor de separatistas catalanes y vascos, anda de nuevo el PSOE con eso de la nación de naciones, la plurinacionalidad o ¿qué será lo siguiente? Multinación, nación líquida, nación 2.0… O ikeanación, para que se la construya cada uno.
Ya sabemos que, en política, el lenguaje es como el balón en el futbol. Sin balón, o sin lenguaje, no hay juego, pero con ellos se meten goles y se gana el partido.
El primer gol lo metió Arzallus en 1978, tras pase de Pujol, al colar lo de “nacionalidades” en la Constitución. Solo Fraga intentó parar la jugada y advirtió entonces de “los riesgos gravísimos de abrir cauces a la aplicación del llamado principio de las nacionalidades, con las inevitables consecuencias de un pretendido derecho a la autodeterminación y a un Estado propio” (Si alguien quiere ver el partido entero lo tiene en el Diario de sesiones del Congreso núm. 59, de 1978).
Pero aquel gol era perdonable, había que consensuar y salir al paso en aquel difícil partido. La deportividad del momento fue aprovechada por los junqueras de entonces que reiniciaron, tras cuatro décadas, su proceso hacia la autodeterminación.
Desde entonces los indepes han ido ganando partidos con leyes de transferencias, de delegación, políticas de exclusión, de disminución del Estado, etc, y ahora, con Iceta en la defensa, Lastra de centrocampista y Sánchez de delantero palomero, más preocupado por seguir de titular que por la afición, pretenden aprovechar la debilidad del equipo rival y ser considerados Nación.
Y en eso estamos. Muchos pensarán que qué más da, que hablar de nación de naciones, como si hablásemos de ciudad de ciudades, solo es una discusión nominal, cuya única consecuencia es que las carreteras autonómicas se llamarán nacionales o que ya no sabremos qué poner en la casilla de nacionalidad en los formularios.
Pero sí que importa. No estamos ante una simple deconstrucción del lenguaje para satisfacer complejos de superioridad, sino ante un paso más del proceso secesionista. Primero nacionalidad, luego nación, después soberanía y, por fin, Estado. Ese es el camino. Si se es nación, lo siguiente será reivindicar la soberanía nacional y un Estado propio. Eso es lo que pretenden. Don Manuel tenía razón y Sánchez lo sabe.
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