Ex ministros con toga remendada
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La próxima semana el ex titular de Justicia, Juan Carlos Campo, se incorpora como togado a la Audiencia Nacional. Pareja de la presidenta del Congreso de los Diputados de obligada obediencia monclovita, el hombre que durante su estancia en el despacho de San Bernardo (Madrid) sirvió con lealtad perruna al que le hizo ministro sin otear el espíritu de las leyes, el mismo juez que no esconde su “militancia” (lo del carnet tiene escasa importancia) política, administrará Justicia en nombre del Estado y del Rey.
No es la primera vez que pongo esta misma música en clave de post periodístico. Me da igual el color o la militancia política del juez en cuestión. Exactamente igual. Un juez o un fiscal que haya decidido transitar por la causa concreta que sea no puede volver a vestir toga de la que disponer de vidas, honras y haciendas.
¿Va a intervenir Campo en las causas concretas que afectan a sus ex compañeros del PSOE andaluz? ¿Va a ser imparcial cuando tenga entre sus manos asuntos que involucren a que sus adversarios políticos, incluso, con aquellos a los que ha tenido que enfrentarse en el Parlamento? No puedo entender cómo los padres de la Constitución, que eran personas sabias, impidieron -con toda justeza y acierto- que aquellos uniformados que en un momento dado dieran un paso hacia la política, no podían volver a lucir sable y, sin embargo, no pusieron sordina a jueces y fiscales que, en la práctica y normalidad democrática, tienen mucho más poder que los anteriores.
Entiendo que los profesionales puros a la hora de administra Justicia contemplen con recelo la vuelta de sus ex compañeros. Campo tiene fama de ser persona de ideas políticas descriptibles; también de persona de leyes aprendidas y seriedad contrastada. No es la típica mariposa que baile al albur de la última lucecita que se encienda al atardecer. No ha sido, desde luego, el peor ministro de los muchos cooptados por Sánchez. Ni mucho menos. Insisto, no se trata de una crítica “ad hominem”, sino denunciar un clamoroso defecto del sistema que no se compadece con lo que sucede en las grandes potencias democráticas de Europa. Lo de Estados Unidos, es cosa distinta, aunque sus fundadores bebieran en la fuente prístina de Alexis de Tocqueville.
De entre las reformas estructurales que la España del siglo XXI necesita más que el comer figura sin duda esta. Sin Justicia creíble, independiente, técnicamente solvente y rápida no iremos ni a llenar el cántaro en el manantial más próximo.
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