Europa es un cachondeo
Manda huevos que la mayor crisis que ha sufrido a nivel interno el Reino de España en décadas haya llegado desde tierras lejanas como una suerte de pacífica a la par que europea reedición de la de Cuba en 1898. La puñalada trapera de tres jueces golfos alemanes tendrá, salvo inesperada marcha atrás, consecuencias imprevisibles en esta España cada vez más invertebrada. Nos han humillado, nos tratan como si fuéramos Sudán, como si Franco siguiera en El Pardo, han dado alas al golpismo y han convertido a un pluridelincuente en un mártir. Tan injusto como estereotipar a Alemania como un país nazi, autoritario y antisemita. Tan desaforado como identificar a cada alemán con ese psicópata austriaco de cuyo nombre prefiero no acordarme que asesinó a seis millones de judíos en las cámaras de gas.
Tan pronto rubrico eso como puntualizo que sería injusto sostener que Alemania se ha portado en términos generales mal con España. La canciller Merkel cumplió la promesa que había efectuado a Mariano Rajoy: “Si Puigdemont pisa territorio alemán, lo detendremos y os lo entregaremos”. La Fiscalía germana fue impecable e implacable y reclamó prisión para el ex president regional golpista y su traslado a España para ser procesado por rebelión. Entre otras cosas, porque un delito idéntico existe en su ordenamiento jurídico.
El fallo de la magistratura de Schleswig-Holstein, que es a Alemania lo que un Tribunal Superior autonómico a España, constituye un acto prevaricador en toda regla. Me explico: para empezar, se han pasado por el arco del triunfo el principio acusatorio, que rige en cualquier Estado de Derecho. Es decir, el juez hace lo que le pide el fiscal y no da un solo paso que no le haya reclamado. Mucho ha de fundamentar un tribunal de un Estado democrático para fallar en contra del criterio del ministerio público.
Para continuar, porque en una Orden Europea de Detención y Entrega nunca se entra en el fondo, sólo hay que valorar las formas, analizar si el delito figura en el Código Penal propio o no, si la reclamación es conforme al Derecho local. No hace falta ser Raimundo de Peñafort para colegir que tan sólo debían resolver si un delito idéntico al español de rebelión existe allí. Que haberlo, haylo, y prácticamente calcadito con la particularidad de que allí se castiga hasta con cadena perpetua.
Y, para terminar, porque alguien me tendrá que explicar cómo tres jueces pueden determinar que no ha habido violencia cuando no se han leído las decenas de miles de folios del sumario, cuando ni siquiera han esperado al informe traducido de 300 páginas que les iba a remitir la Guardia Civil y cuando tan sólo obraban en su poder las 60 páginas del auto de procesamiento del Tribunal Supremo. Debe ser que entraron en la basuresca wikipedia, controlada por el podemismo mundial, comprobaron que España es una semidictadura y los golpistas catalanes una suerte de mártires de la libertad, los derechos humanos y la autodeterminación. Y sanseacabó, que eso de trabajar es de fachas.
Son malos y vagos. O vagos para ser malos. No debían entrar en el fondo pero ya que lo hicieron no hubiera estado de más que se hubieran empollado el sumario. Habrían comprobado que la Guardia Civil probó no uno, no dos, no 10, tampoco 100, sino más bien ¡¡¡315 episodios de violencia física!!! durante las semanas del golpe de Estado (un putsch no se prepara ni se consuma en un pispás precisamente). Pero para ello deberían haberse estudiado las decenas de miles de páginas del sumario, algo física y metafísicamente imposible en apenas 24 horas. Ni Einstein o cualquier ADN con un coeficiente intelectual de 180 sería capaz de asumir tanto dato, tanto argumento y tanto tocho en un día. Ni metiéndose 100 centraminas entre pecho y espalda.
Lo más flipante de todo es que estos prevaricadores se contradicen in terminis. Admiten que hubo violencia pero añaden que “no la suficiente” como para violentar al Estado. Hace falta tener una jeta tan dura como la cantera de mi pueblo para sostener algo así y concluir que no hay rebelión. Eso sí, dejan abierta la puerta a la malversación. Puerta que ayer cerró otra que tal baila, la ministra de Justicia alemana, que se pasó setenta pueblos maltratando a España, anticipando lo que ocurrirá y presentándonos como una suerte de país entre bananero y subsahariano.
Katarina Barley, la Catalá germana, transgredió las más elementales normas de respeto institucional enterrando a Montesquieu. “La decisión sobre Puigdemont es correcta, la esperaba”, apuntó en el primero de los zascas a nuestra nación. Adelantándose a los acontecimientos, o no, porque tal vez está todo predeterminado, la titular de Justicia agregó que “no será fácil” probar la malversación. “Si Rajoy no prueba la malversación, Puigdemont será libre en un país libre”, remachó la pájara esta pasándose por el arco del triunfo la división de poderes, poniendo en duda nuestro sistema judicial y equiparándonos implícitamente a una dictadura. Como si fuéramos Tanzania, Guinea Ecuatorial o un país bananero de ésos que florecen en Centroamérica. ¿Se puede ser más cretina? Ciertamente, no.
Lo que mejor funciona en las relaciones internacionales no es el buen rollito sino la Ley del Talión, la aplicación de ese judaico aserto del “ojo por ojo, diente por diente”. Que traducido al mundo contemporáneo significa devolver por métodos pacíficos las putadas que un Estado extranjero te haga. En un mundo en el que cada uno va a lo suyo pensar que se pueden resolver las cosas por las buenas, al más puro estilo Bismarck, es tanto como creer en esa imbecilidad supina que es en términos prácticos (y no prácticos) el flower power. Algo así sostenía el que seguramente pasa por ser el inventor de la diplomacia moderna, el cardenal Richelieu, que alumbró aquello de la razón de Estado. Que básicamente consiste en anteponer los intereses propios a cualquier otra consideración. Que, por cierto, es para lo que se elige a un presidente o a un primer ministro.
Seamos prácticos. Ahora sólo queda envainárnosla y esperar al milagro. Mientras tanto, debemos tomar nota y rechazar todas y cada una de las peticiones de entrega de delincuentes que provengan de Alemania. ¿Que un asesino en serie se refugia en la Costa del Sol, en Canarias o en Baleares?, pues lo enchironamos nosotros y que se lo entregue Rita la Cantaora. ¿Que hay que renovar el parque de tanques y cazabombarderos? Muy sencillito: compremos Abrams y F-35 estadounidenses y que se metan los Eurofighter y los Leopard donde les quepan. ¿Que Baviera se quiere separar del resto de Alemania e intentan detener al protagonista de la secesión? Más fácil aún: lo acogemos por estos pagos y lo convertimos en refugiado político. Y, entre tanto, boicoteemos los productos alemanes. Adquiramos coches franceses, italianos, estadounidenses, indios o japoneses. Que se enteren de lo que vale un peine. Que sepan que el desprecio no sale gratis. Y con Bélgica tres cuartos de lo mismo: que colabore con ellos la madre del Rey Alberto. La deslealtad se paga con deslealtad. El desprecio con desprecio. La provocación con provocación. La insolidaridad con más insolidaridad. La humillación con mucha más humillación.
La gran lectura de la internacionalización del golpe de Estado del 1-0 es que Europa es una unión monetaria y nada más. Una entelequia y un cuento chino en el que cada uno va a lo suyo y en el que se premia a los enemigos de los países miembros. No estaría de más amenazar con salirnos de la Unión Europea para que reaccionen. De lo contrario el euroescepticismo dejará de ser una enfermedad estrictamente británica para convertirse también en un virus made in Spain. Si nos tratan como unos parias, que se queden con sus funcionarios, sus corruptelas y su mierda de superioridad moral. Ni la nación de Molenbeek, Dutroux y las mafias de las drogas y las armas ni la que parió a uno de los dos regímenes más deleznables de la historia nos van a venir a dar lecciones. Hasta ahí podíamos llegar.
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