Estratégico golpe de efecto de Boris Johnson
El plan de Johnson pasa por ganar la batalla del relato, descargar culpas y repartir responsabilidades en el marco de una encrucijada “imposible”.

Poco más de un mes desde su elección le ha bastado al primer ministro británico, Boris Johnson, para copar el protagonismo de todo foco mediático al más alto nivel. Desde la escena internacional, en la pasada Cumbre del G-7 en Biarritz, exhibió especial sintonía con Donald Trump, quien le ofreció “un rápido, ambicioso y ventajoso acuerdo comercial” tras consumarse su divorcio de la UE, lo que inflamó sus perspectivas de éxito, hasta el punto de amenazar al bloque comunitario con no pagar la factura de 43.000 millones de euros. Algo que, de consumarse, desataría una guerra política, comercial y judicial sin precedentes en el Viejo Continente.
En el marco de sus propias fronteras, hace escasos días, con la decisión de suspender la actividad del Parlamento durante cinco semanas, dejando un limitado margen de apenas 15 días antes de la fecha marcada en el calendario para la salida definitiva e “improrrogable” de Reino Unido de la UE (31 de octubre). Una gesta que ha sacudido del letargo veraniego a sus compatriotas y ha sido entendida como un golpe de facto a 400 años de tradición parlamentaria y, por ende, a la propia democracia británica.
Obstinado en la falta de mano dura y determinación de su predecesora para atajar la negociación derivada del “huracán Brexit”, Johnson ha optado por abordar la situación silenciando cualquier atisbo de crítica o maniobra parlamentaria que, en lo inmediato, pudiera comprometer su salida del Grupo de los 28 a cualquier precio (incluido un no-deal), provocando una crisis institucional, jurídica y popular de primer orden, y haciendo cómplice de su deriva autoritaria a la propia monarquía, una de las más respetadas y consideradas de toda Europa.
Sin embargo, por osado que resulte este ataque a la cuna del parlamentarismo por parte de un líder político que no ha recibido siquiera el respaldo de las urnas, Johnson, consciente de que quien maneja los tiempos, maneja el poder, ha ejecutado un magistral movimiento en el tablero que, aunque no exento de riesgos, responde con eficacia a sus propios cálculos políticos y electorales. No es casual que el premier británico haya optado por someter a Westminster en un período de inactividad hasta el 14 de octubre, tres días antes del próximo Consejo Europeo en Bruselas, donde se abordará la situación con relación al Brexit.
El plan de Johnson pasa por descargar culpas y repartir responsabilidades. Hasta ahora, el Parlamento, instalado en el rechazo permanente al acuerdo negociado por May con los 27, se ha mostrado incapaz de ofrecer soluciones alternativas. Lo que Johnson busca es dejarles tiempo, limitado, para que actúen con urgencia y opten por una moción de censura (improbable) o, en su defecto, conducirles a forzar una ley que obligue a pedir otra prórroga. Así las cosas, si la UE la rechaza, será el gigante comunitario quien agrave la grieta y figure como responsable directo de la ruptura sin acuerdo, con el consiguiente caos. De un modo u otro, lo que persigue el esperpéntico líder británico es disociar el coste político de una decisión de tamaña envergadura de su propia persona, pues, ocurra lo que ocurra, es consciente de que deberá convocar elecciones para iniciar otra etapa y ganar legitimidad.
Un plan fríamente calculado que bien podríamos comparar con la iniciativa de Cameron cuando, allá por el año 2013, anunció su intención de convocar un referéndum de permanencia en la UE si su partido ganaba las generales de 2015. Una victoria consumada que arrojó un plebiscito de inesperado resultado: triunfo de los ‘brexiters’ por un exiguo 52% y más de tres años de devastadora y desalentadora incertidumbre.
Un plan fríamente calculado que evidencia, una vez más, la incapacidad de una parte significativa de la clase política de anteponer el interés general no ya al partidista, sino al personal, con un impacto y alcance difícilmente mesurable. Una pena.
Temas:
- Brexit