Los españoles tenemos la última palabra
Cuando Sánchez decidió castigar a los españoles que no le había votado y a los que le habían votado (pero poco) y convocar las elecciones generales para uno de los días de más calor del año yo pensé que cuanto antes tuviéramos la oportunidad de librarnos del gobierno más tóxico de la historia de la democracia, mejor para todos.
Pensé que no había ola de calor capaz de frenar las ansias de libertad y de frenar el tsunami que se había manifestado con toda claridad en las urnas el día 28 de mayo, un huracán en forma de votos que es una nítida alerta antisanchista.
Pensé que los partidos políticos que habían sido los depositarios de la confianza o la última esperanza de los millones de españoles que estamos determinados a defender las instituciones y nuestro sistema constitucional iban a entender el mensaje e iban a actuar en consecuencia.
Pensé que los partidos llamados a ser alternativa –alternativa, no alternancia- a las políticas de Pedro Sánchez y toda su tropa de enemigos de la España Constitucional, la de la concordia entre españoles, la de la libertad y la igualdad, habían entendido el mensaje.
Pensé que los partidos de la mayoría constitucionalista que surgió de las urnas para constituir ayuntamientos y gobiernos autonómicos en toda España eran conscientes de que el primer objetivo de los españoles era librarnos de un gobierno que ha arruinado a nuestro país, que ha dividido a los españoles y que ha sectarizado la vida política y pública hasta niveles en extremo peligrosos.
Pensé que Partido Popular y Vox habían leído correctamente el resultado de las elecciones y que habían entendido que los votos de los hooligans de sus partidos y de sus militantes y/o votantes acérrimos, conforman una minoría de entre los millones de votos conseguidos el 28M.
Pensé que PP y Vox habían comprendido que las elecciones del 28M se produjeron en clave nacional porque así lo quiso el psicópata, empeñado en demostrar a los suyos y al resto de los españoles que él es un ser superior, merecedor de un estatus superior, no sometido a las reglas del común de los mortales.
Pensé que PP y Vox había leído bien que la inmensa mayoría de quienes les hemos votado estamos movidos por una pulsión primaria: echar a Sánchez y a toda su tropa. Y que lo demás es secundario, que de eso ya nos ocuparemos después de que hayamos conseguido el objetivo principal para nuestro país.
Pensé que tanto PP como Vox estarían a la altura del momento crítico por el que atraviesa España, que no permitirían que la testosterona les nublara el juicio y que se comportarían de forma tan patriótica (defensa del interés general) como lo habíamos hecho los españoles.
Pensé que ambas formaciones políticas entenderían que lo importante para los españoles no es la sigla de sus partidos sino la defensa de la España constitucional y democrática que solo juntos se puede defender.
Avanzo hasta el día de hoy y no puedo por menos de preocuparme por las cosas que están ocurriendo entre los llamados a ser la alternativa a Pedro Sánchez y toda su tropa. Y se me ocurre pensar –temer- que quizá estemos ante una situación inédita: que la derecha pierda las elecciones por méritos propios (no que las gane por deméritos de la izquierda, como ha solido ser habitual) y le entregue el triunfo a una izquierda a la que los españoles ya habíamos desterrado por su cainismo y su traición…
Pero quizá porque soy un espíritu positivo -o porque la vida me ha enseñado que nunca hay que tirar la toalla, que las dificultades están para ser vencidas- quiero creer que finalmente PP y Vox estarán a la altura de los españoles. En todo caso, y más allá de lo que Feijóo y Abascal hagan o dejen de hacer de aquí hasta el 23J, los españoles tenemos la última palabra. Y la ejerceremos para que gane España. Y luego, si acaso, ya les pasaremos la factura a quienes no supieron dar la respuesta adecuada al momento crítico por el que atraviesa España ni a la altura de los propios españoles.Tenemos ambición de país. Y eso no lo va a frenar nadie. Nadie. Y el 23J lo demostraremos votando a favor de España.