España no aguanta más
Lo del lunes no fue una comparecencia, fue una huida hacia adelante.
España no aguanta más. No aguanta más cinismo, más teatro, más insultos a la inteligencia colectiva. No aguanta que se pisotee la separación de poderes con ruedas de prensa que señalan a jueces o medios de comunicación. No aguanta que la corrupción salpique cada rincón del Gobierno y de su partido mientras se agita el comodín de la conspiración. No aguanta la impunidad que emana del Consejo de Ministros ni la sumisión de un Parlamento reducido a trinchera clientelar.
La comparecencia del lunes confirma lo que ya sabíamos: no hay gobierno, hay un escudo humano llamado Pedro Sánchez aferrado al poder con uñas y dientes, rodeado de lealtades compradas y de un relato cada vez más incompatible con la realidad. Mientras el país se desangra entre conflictos territoriales, escándalos judiciales y una economía que no arranca, el presidente elige encerrarse en su burbuja de propaganda, rodeado de palmeros que aplauden incluso la decadencia.
Cada crisis es respondida con más polarización, cada pregunta incómoda es devuelta con una cortina de humo. La institucionalidad está siendo devorada por un liderazgo que confunde la resistencia con la supervivencia. Lo del lunes no fue liderazgo: fue una confesión involuntaria de agotamiento. No hay dirección, no hay plan. Solo hay un hombre contra el calendario.
España atraviesa una de sus etapas más frágiles desde la Transición. Y lo hace con un Ejecutivo que ya no representa al conjunto del país, sino a una minoría atrincherada en el poder gracias a pactos de supervivencia con formaciones que, abiertamente, desprecian la unidad nacional, las reglas del juego democrático y la legalidad constitucional. Junts impone, Bildu condiciona, Esquerra se cobra. ¿Y Sánchez? Otorga. Siempre otorga. Aunque el precio sea la descomposición institucional, la humillación del Estado de derecho o la desconfianza internacional.
Las últimas semanas – y lo que parece que está por venir- han sido un desfile de escándalos. La investigación sobre Begoña Gómez, los movimientos opacos del hermano del presidente en una diputación socialista, y el caso Koldo, que ya no es solo una mancha, sino una cloaca a cielo abierto. No hablamos solo de mordidas millonarias por contratos públicos del Gobierno de España. Hablamos de comisiones ilegales, fiestas privadas con reparto de prostitutas pagadas con dinero público, y una red de tráfico de influencias que salpica a lo más alto del PSOE. Sí, a José Luis Ábalos y a Santos Cerdán, los últimos dos máximos responsables del partido tras Sánchez. No es un caso aislado: es el retrato de una estructura podrida. ¡Y que lejos queda el escándalo del Tito Berni con la práctica habitual de estos socialistas: fiestas y prostitutas!
Lo de Sánchez ya no es una crisis de liderazgo. Es una crisis de decoro, de proporciones morales y de respeto institucional. Este lunes, en vez de dar explicaciones, hizo lo de siempre: convertir la indignación colectiva en un problema personal. En lugar de enfrentar los escándalos de corrupción que cercan a su Gobierno, al PSOE y a su entorno más próximo, optó por dramatizar su jornada, como si el país tuviera que compadecerlo por saltarse la comida.
«Son las cinco y no he comido». Esa fue la frase que eligió Pedro Sánchez para cerrar su intervención. En plena tormenta institucional, ética y judicial, el presidente decidió humanizar su desgobierno con una queja doméstica. No parece importarle que millones de españoles tampoco lleguen a fin de mes, que cientos de miles sufran la precariedad y que el país entero esté atrapado, en plena campaña de la renta, en un ciclo de deterioro institucional. Lo verdaderamente importante, al parecer, era su almuerzo pendiente.
Ese comentario, más que anecdótico, fue revelador. Mientras España se tambalea, él se preocupa por el menú. Mientras los ciudadanos exigen explicaciones, él ofrece quejas personales. Mientras el Estado se degrada, él defiende su descanso. Como si gobernar un país fuera una molestia en su rutina.
No, señor presidente. No es hora de hablar de lo que usted no ha comido.
Es hora de asumir lo que España ya no puede tragar.
Agustín Almodóbar
*Senador del Partido Popular por Alicante
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