Opinión

Esa fotocopia de nazi con coleta

Cualquiera con dos dedos de frente, y una pizca de sensibilidad, se habrá ofendido ante lo que sentenció Pablo Hiena Iglesias. A dicho energúmeno, con tal de zaherir al prójimo, no le importó exponer el verdugo que esconde en sus adentros. Esta fétida frase, expurgada de su delirante insensatez, lo retrata: “El holocausto fue una decisión administrativa, un mero problema burocrático”. Por si fuera escasa su psicopática crudeza, también manifestó que “la caída del muro de Berlín, fue una mala noticia para todos”. Para todos los iletrados que lidera, entiéndase, gentuza que echa en falta las purgas estalinistas.

Por mucho menos, por decir “Amo a Hitler”, la casa Dior despidió a su diseñador estrella, el gibraltareño John Galliano. Sin embargo, en España, un imbécil puede soltar la barbaridad abominable que se le antoje, que ningún político ni ningún juzgado lo tomará en cuenta. Justificar el exterminio de gitanos y judíos, de razas al por mayor, pasa desapercibido en nuestra democracia del siglo XXI. Si acaso, la mansa voz de la comunidad hebrea se hace oír y critica la salvaje actitud del Ché de todo a 100: “Su aberrante pensamiento alimenta a las fuerzas totalitarias”. Pero la protesta se diluye como un eco.

Nadie frena a la bestia pestilente. El bicho goza de patente de corso. Muchos ríen sus gracias tras haber untado con «cal viva» a Felipe. Tan sólo algunos bravos piden que le apliquen la ley. No obstante, esa fotocopia de nazi con coleta campa a sus anchas, escupiendo sobre la bandera, pasándose por el forro la Constitución, despreciando a la familia real, llamando gente guay a los etarras y torturadores a los miembros del Cuerpo General de Policía, mofándose del Ejército y de la Legión y, en fin, vitoreando entre carcajadas histéricas la procesión del chumino insumiso. ¿Cuánto falta para abrir la veda de la hiena?

Del mismo modo que el tipejo exhibe su cola de poni para ocultar la chepa que nació con él, disimula otras deformidades psíquicas en los pliegues de su petulancia nauseabunda. Desde el inflado ego al corto rabo, desde la cola a la coleta, todo es falso en este andrajo que sólo busca enriquecerse a costa de una revolución tan antigua como el odio que destila, pues él y sus secuaces carroñeros, se la han sacado de la manga. De ahí que el proyecto podemita consista en extraer la máxima cantidad de pasta posible de una casta que tanto vituperan, pues el puto amo de semejante esperpento ideológico, carece de un guión alternativo y desconoce el inestable y errático paradero final de una estafa sostenida sin cimientos.