Opinión

La enésima ruptura de relaciones Vox-PP

Antepongo el nombre del primero al segundo porque es el partido de Abascal el que, de tiempo en tiempo, se encabrita, y anuncia la quiebra de cualquier concordancia con el de Casado. Todo se ha quedado al final, como ha publicado este periódico, en un suave “tomamos nota”. Esta vez tenía razón; y la tiene pero… con matizaciones. Aceptar con su abstención que el líder de Vox sea declarado “persona non grata” en la ciudad autónoma de Ceuta es, como señalan a este cronista varias personas allí residentes, “algo más que un error, es una estupidez”. Pero también una enorme equivocación política. Siempre que ocurren situaciones de este jaez los protagonistas deberían preguntarse: ¿A quién beneficia? Pues bien, si son ciertas las percepciones de estas personas, la respuesta clara, textual, es esta: “Sólo a Vox”. Por tanto, y como suelen decir con su deje habitual los catalanes, “el PP debe hacérselo mirar”. Bien es cierto que, a trancas y barrancas, más bien tarde, Casado ha ordenó a la señora Levy, que no es precisamente una primera fila en el partido, una rectificación estudiada (“rectifico sin rectificar del todo”) una enmienda que, por otra parte, recibió un varapalo casi inmediato y contrario por parte del principal actor de este sainete: el presidente Juan Jesús Vivas. Parece como si toda la reacción de Casado haya sido analizada, medida y suscrita al milímetro.

Vivas y su gente no debieron abstenerse, pero ahora bien: ¿La cosa es para tanto? Les cuento: allá por junio, el presidente de Ceuta se presentó en Madrid en una conferencia, con enorme audiencia, en la que estuvieron presentes, arropando su intervención, grandes representantes del PP. Y vino a decir, en resumidas cuentas, lo que sigue: “Yo presido el Gobierno de una Ciudad antigua que cuenta con ochenta y tres mil habitantes, de los cuales más de un cuarenta por ciento son musulmanes, y no puedo olvidar este dato; tengo que ser el presidente de todos”. Vivas afirma practicar una política moderada -inclusiva se llama ahora- en la que no puede ignorar ese “casi medio Ceuta” representado por un paisaje de chilabas, cada vez más presente en esta ciudad absolutamente española. Eso le mueve a contradicciones y sobre todo a cesiones, como la que ha formulado en este caso. Sin consultar -me dicen- a la dirección central de su partido, Vivas instruyó a los suyos para la adopción de una postura que, aunque él la tilde de responsable, no parece serlo en absoluto.

La razón que ofrecen los que esgrimen un cierto conocimiento de lo que ocurre en este enclave estratégico de España ya radicado en África, es que Vivas y Juan Verdejo, el actual dirigente de Vox en Ceuta, no se pueden ni ver, tan seco y tan antiguo como esto: se tienen una tirria secular que procede de la mismo madera en la que ellos se han acunado: la derecha de la Ciudad. Vox goza allí de una enorme acogida popular: a los españoles residentes y aún los los que ahora mismo no viven en Ceuta, les agrada sobremanera la política bronca, dura, sin miramientos con el ‘moro’ (permítaseme el clasicismo), con unos conciudadanos que, a pesar de los esfuerzos  del PP de Vivas, se sienten festejados por el vecino marroquí. Es un contingente urbano que ya ha sentado sus reales políticos en la asamblea parlamentaria, y que, según parece, guarda una enorme sintonía con las consignas y estrategia que dicta el Reino alauita. Nada de esto se puede desconocer.

La política de Abascal y su aguerrida tropa puede, en general y también en este caso, trabajar dialécticamente con unos lujos más difíciles de practicar por un partido, como el Popular que, según todas las encuestas (salvo la del perillán Tezanos) le sitúan al borde de la gobernación del país. No es Abascal un tipo que cuide y temple su lenguaje; esta es su principal inconveniente, pero también su gran virtud. Paradójicamente. Los desafíos, la crudeza de las palabras de Abascal en Ceuta probablemente serían impropias dichas por Casado, Un gobernante ‘in pectore’ tiene que medir más sus actitudes. Lo que resulta en todo caso increíble e insostenible es que Vivas no contara de antemano con la opinión de Casado para acreditar su voto en la asamblea.

Dicho todo esto: ¿de verdad al PP y a Vox les interesa seguir una eternidad más instalados en esta polémica? Abascal, cada vez que tiene un desencuentro con Casado, y han sido muchos, rompe relaciones con él y su partido. De boquilla solamente porque ambos partidos, como dos novios de va y viene, continúan ‘hablándose’ (sigo con la metáfora) en la certeza que tienen ambos, porque no son imbéciles, de que para el objetivo final de destronar a ese enorme miserable que atiende por ‘Sánchez I, el embustero’, no tendrán en un futuro próximo otra posibilidad que pactar. Eso no lo debe olvidar el PP, desde su aparente posición mayoritaria, ni  Vox desde su real situación complementaria. No estaría mal que Abascal no emitiera, caso a caso, el pitido final de la ruptura en cada ocasión que Casado se porta mal con él, y tampoco parece demasiado pedirle a éste que vigile cuanto antes los desmadres de sus barones regionales y provinciales. ¿O es que Abascal cree que si Casado hubiera sido consultado habría aconsejado la abstención en Ceuta?

El infantil “ya no te junto” en política tiene escasa vocación de futuro desde aquella sentencia de Romanones: “En política nunca digas nunca jamás”. Por eso, la enésima -¡que van unas cuántas!- amenaza de Abascal al PP tiene el peligro de que una próxima caiga en saco roto, que nadie se la crea, que la gente diga algo así como ésto: “¡Ya está otra vez este ‘pesao’!” Dice un médico amigo del cronista: “¡Que se pongan de una vez de acuerdo y se dejen de coñas!” Pues eso.