Opinión

La ecuación regeneradora del PP

En las elecciones para elegir al próximo presidente del PP se ha suscitado de nuevo el clásico debate sobre qué modelo de elección tiene más legitimidad: el candidato más votado o la mayoría representativa restante. Es decir, Soraya rebasando en tres puntos a Casado, o éste sumando a sus filas al resto de candidatos y que representarían una mayoría más amplia en su conjunto. No han tardado las voces internas en aparecer dejando entrever las posiciones de cada uno. Los varones próximos a Soraya piden la coalición de la lista única, mientras que los próximos a Casado, entre ellos Esperanza Aguirre, empujan por la segunda vuelta. Y ahí está igualmente el órdago y la estrategia.

“El ADN del PP es apoyar la lista más votada”, sostiene la ex vicepresidenta. “El ADN del PP no es apoyar independentistas ni subir los impuestos”, lanza el joven aspirante en forma de puñal. Sin duda, la esencia de la democracia es el respeto a las normas establecidas. Y este es, de forma reglada, un proceso a doble ronda: una de las bases y una segunda de compromisarios, al más puro estilo presidencialista. Así, la clave no está en atacar ahora al adversario político con un eterno debate de legitimidades, sino en respetar esas guías preestablecidas y aplicarlas a la luz de todos los militantes y de todos los españoles.

El PP se está jugando mucho más que escoger al próximo presidente del partido. Está en la posibilidad de refundar el centroderecha español con éxito y garantías, no solo debilitado dentro del PP, sino fuera de él. La oratoria de Casado, y la esencia de su mensaje, despiertan un espíritu que estaba olvidado. En definitiva, renace la ilusión: volver a enfocar los problemas políticos con ideología y determinación frente al Gobierno inodoro, incoloro e insípido de las matemáticas y el golpe del Boletín  Oficial.

En efecto, la renovación de liberales y conservadores vendrá marcada, más allá de personalismos y de estilos, por una bajada de impuestos que mejore el poder adquisitivo de la ciudadanía; por una reforma de la Constitución que fortalezca el Estado, y no con medidas propagandísticas que no sólo  no solucionaron el problema soberanista, sino que le acabaron dando alas; la despolitización efectiva de la justicia; o por un plan nacional hidrológico que vertebre solidariamente España. La pelota está en el tejado de los compromisarios. Ellos decidirán. Y confiemos en que su veredicto se lleve a cabo por los cauces adecuados. En democracia, las formas son el fondo. No lo olvidemos jamás.