Opinión

Los ecologistas desmontan el discurso de la izquierda

Más allá de los discursos maniqueos, la denuncia del grupo ecologista Terraferida, que se queja de que la oferta turística en Mallorca ha aumentado en 93.774 plazas en los últimos seis años, justo desde que comenzó el gobierno del Pacte, con PSOE, Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per de Mallorca) y Unidas Podemos, subyace una evidencia que no escapa a aquel que analice la situación con un mínimo de criterio: el turismo es imprescindible para Baleares.

Eso sí, Terraferida le ha hecho un daño tremendo al relato tradicional de la izquierda, que acusa de un desarrollismo exacerbado a la derecha. Difícil de creer ahora, cuando Mallorca ha aumentado desde 2015 las plazas turísticas en casi 100.000 camas. ¿Qué va a decir ahora Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca), que hace escasos días -el 29 de diciembre- se entregó en Manacor al pancatalanismo más radical, el de Arran y Endavant, que también defienden con uñas y dientes la limitación turística.

Mallorca era una de las provincias más pobres de España cuando arrancó el Siglo XX, con un porcentaje de analfabetismo que se acercaba al 90%. Aquí se pasaba hambre, sobre todo en invierno, cuando escaseaba la cosecha, y por eso los payeses aprendieron a aprovecharlo absolutamente todo del cerdo, porque debía durar todo el año. La situación cambió cuando en la década de los 60 empezaron a llegar los turistas y hoy la isla debe su statu quo a los visitantes que aterrizan en Son Sant Joan o desembarcan en el puerto de Palma. Esa es la realidad, y ni siquiera el fanatismo de la izquierda se atreve a cambiarla porque sabe que significaría la ruina absoluta.

Turismo controlado, por supuesto. Turismo de calidad, desde luego. Turismo no estacional, es evidente. Pero turismo, por encima de todo. Porque, de una forma u otra, de eso vivimos todos.