Divino Donald
Las elecciones para decidir al cuadragésimo séptimo presidente de Estados Unidos tienen lugar este martes. Mientras escribo esta columna, unos 75 millones de ciudadanos estadounidenses han votado por anticipado. El candidato masculino suma 96 actos electorales frente a los 85 mítines que ha dado la aspirante femenina. Espero que no pasen por alto la brecha de género en esta última frase. Podría también haber aludido al anciano y a la madurita, incluso a sus razas. Asimismo, podría haberlos identificado como «el de la gorra» frente a «la de las perlas», pero dado que la campaña de ella ha estado fuertemente marcada por la causa feminista, he querido hacerle este pequeño guiño jaspeado de carmín para ir creando ambiente. El de la gorra es el facha y la de las perlas es la que va a luchar contra los magnates machistas. Todo muy paradójico.
Kamala dice que, si alguien entrara en su casa, le pegaría un tiro. Una se imagina a la candidata presidencial con su manicura perfecta, su eterna sonrisa, esas ya míticas perlas, abriendo la puerta del horno para sacar unos cupcakes con una mano y disparando al repartidor de pizzas con la otra. Los votantes aplaudirían, antes de pedir cita para abortar; mientras ella se da prisa para ir a besar a niños desconocidos por la calle. Quizás los bese, porque sabe que podrían estar muertos si sus madres comulgan demasiado con su ideología. Probablemente, los conciba como pequeños milagros para que la estúpida especie humana no se extinga tan pronto, encerrada en sus sueños de mujer libre despachada de tabúes y compromisos rancios. Ya sabemos que para el feminismo actual cualquier hombre es un macho cabrío lascivo, encendido por la lujuria.
Trump, el divino Donald, mantiene alta la batuta en el reality show en el que se han convertido las elecciones presidenciales en Occidente. Tiene un encanto infernal (o celestial), es dueño de una especie de pasión de artista intenso. Parece que en cualquier momento va a decir algo así como “Querida patria: debemos fundirnos en una misma unidad. Con mis fondos secretos de superhombre, me ocuparé del misterio de tu nuevo Renacimiento”. De ahí que afirmara días atrás que «cuando sea presidente, los helados de McDonald´s volverán a ser fantásticos». El mensaje lleva implícita la aceptación de que su decadencia es un hecho, y no me refiero a la de la cadena de hamburguesas, sino a la de los Estados Unidos como líder mundial: aquel añorado, cómodo y superior destino, al que todos querían imitar.
En apenas unas horas sabremos quién de los dos candidatos jurará ante el Capitolio el próximo 20 de enero. Una vez que el pueblo estadounidense haya hablado, habrá que estudiar el caldo de cultivo del que ha salido la decisión de la mayoría. Yo tengo clara mi postura, espero que usted también. De cobardes ya estamos hartos, y de miserables y de resentidos. La memoria es limitada e insegura. Cansados como estamos de pálidos y escasos fragmentos según lo intereses, lo único cierto es que Occidente somos todos y necesitamos líderes de una pieza, sin complejos, con objetivos claros, que vuelvan a subirnos al podio, aunque tengan la cara naranja y cero sentido del ridículo.
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