Opinión

Desvergonzado, mentiroso, torticero, increíble

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Cualquiera de estos adjetivos, según señalaba a este cronista un diputado del PP, sirve para calificar la insólita intervención de Sánchez en un Pleno convocado -así rezaba el anuncio- «sobre el espionaje de Pegasus». Nada de eso hubo. Es más: el aún presidente del Gobierno ocultó incluso el nombre de esta plataforma o cosa así, en una comparecencia en la que utilizó mucho más tiempo, más de 20 minutos, en atacar al Partido Popular, que en explicar lo que, supuestamente, era el objeto de la sesión parlamentaria. Para hablar de los espionajes, el de los independentistas y el suyo propio. Nada de nada. Sólo oblicuamente, y casi de rondón, Sánchez utilizó la tribuna para, de forma muy indigna, volver a decir como siempre: «Yo no he sido, yo no he sido» y volcar toda la culpa, primero sobre el Centro Nacional de Inteligencia y, después, también modo como quien no quiere la cosa, a la autoridad judicial. Este cronista tuvo el jueves la oportunidad de conversar tras la frustrada sesión de explicaciones con un antiguo miembro de este CNI. Recalco lo de «antiguo» porque ahora mismo no podría afirmar que este interlocutor no continúe integrado en esa institución.

Pues bien: mi comunicante me decía en nuestra conversación y de forma
más o menos literal, que mayoritariamente en el Centro la indignación por
las imputaciones de Sánchez ha aumentado tras el episodio de esta
semana. «Ya era muy grande», me afirmaba, después de la injustificable
destitución de la directora, pero «ahora se ha elevado hasta unos límites
que, no sé exactamente si va a influir en la propia actividad del CNI» porque
-insistía- «¿con qué ánimo van a trabajar nuestros agentes vapuleados
públicamente por su propio jefe?». Desde luego, no es mala pregunta.
Sánchez ocultó absolutamente lo acaecido en el doble caso de espionaje y
se dedicó a cebarse con la corrupción -cierta o falsa que de todo hay-
cuando, como la recordó Cuca Gamarra (cada día más asentada como
portavoz popular en el Parlamento) el único partido que tiene a dos de sus
ex presidentes, además también ex presidentes de la Junta de Andalucía, condenados por haberse fumigado casi 700 millones de euros procedentes del dinero de los parados. En el momento en que en el Congreso, Gamarra hablaba de esta constancia incontrovertible, Sánchez cuchicheaba con su cómplice Calviño no se sabe sobre qué asunto, pero lo cierto es que las caras de ambos -duras de por sí- retrataban un estado de indignación muy evidente.

El Pedro Sánchez del jueves fue el de siempre; ninguna sorpresa al canto. Desvergonzado, culpabilizando a sus tres mil funcionarios del CNI de sus decisiones de intrusión en la vida de los independentistas. Mentiroso porque repitió, sin decoro alguno, que su moción de censura de hace cuatro años se fundamentó en la sentencia de la Justicia, cuando el mundo entero conoce que el juez De Prada, el autor de la fechoría, introdujo en su sentencia una morcilla barriobajera que luego fue desprovista de toda legalidad también por el mismo tribunal. Mentiroso, porque Sánchez, sin despeinarse de ese tocado de romano pobre, llegó a afear a los secesionistas su agresión al español, cuando su partido catalán, el PSC, acaba de acordar un pacto para invalidar en la práctica la sentencia del Tribunal Supremo. Torticero o trilero, porque hace falta tener una jeta casi delincuencial, para intentar convertir un Pleno sobre el doble problema del espionaje nunca aclarado, en hacer, como fue evidente, una oposición a la oposición, prueba más evidente que Sánchez está de los nervios de cara a las próximas elecciones andaluzas. E increíble también porque, como señaló el ardoroso Abascal, ya nadie le guarda la menor confianza: «Usted -le llegó a denunciar- es una mentira con patas».

La impresión, en puro análisis político, es que para Vox y para los menguantes Ciudadanos ahora recién llegados a la fe liberal, es más enemigo el Partido Popular que el mismo Sánchez, su Gobierno en ruinas, y hasta los furúnculos independentistas, leninistas y proetarras. Algo se está cociendo en el panorama general para que el centro de los los ataques de Sánchez, pero también de los presuntos centristas y de declarados derechistas radicales, sea el PP. Feijóo debería tenerlo en cuenta. Quizá haya llegado el momento de apearse de esa mano tendida a la colaboración en asuntos de Estado (¿el bodrio de la Ley Audiovisual lo es?) con el PSOE de este fusilero de la verdad («bola de demolición» le denominó Arrimadas) porque ya está demostrado que con un tipo narcisista y patológicamente psicópata como Sánchez, ni siquiera se puede hablar porque al término de la conversación te fusilará al amanecer.

Está claro: después de que el ministro Bolaños acusara ambiguamente a no sé qué entidad «externa» de la incursión en los teléfonos del presidente y de alguno de sus ministros, el Gobierno no tiene la menor intención de aclarar al país quién es exactamente esa potencia exterior que posee, gigas incluidos, información comprometida y muy delicada de todo lo que sabe sobre Sánchez y sus aledaños. El país entero continúa sin recibir la menor noticia sobre el particular. Ninguna. Bolaños tiró la piedra para esconder el espionaje y resulta que ya nadie duda de que el receptor de una buena parte de lo robado ha sido el Reino de Marruecos, lo que ha sido trascendental para el giro copernicano que ha dado el Gobierno de España respecto al antiguo territorio del Sahara. Quién tenga la curiosidad que acuda a Internet, que se introduzca en sus vericuetos y compruebe lo que afirma la prensa convicta del Rey Mohamed sobre la nueva versión de las relaciones con España. Leerá qué grado de satisfacción tienen nuestros queridos vecinos moros con el cambio radical de Sánchez y sus asociados. En resumen, un pleno frustrado, repleto de las falacias de Sánchez, en el que el país no ha encontrado una sola respuesta para saber qué agente externo tiene en su mochila todos los secretos de España y por qué el Gobierno, no el CNI que al fin es únicamente un subordinado del tal Gobierno, ha espiado a los mismos con los que está pactando la voladura de España.

Resumen: el pleno de los espionajes fue el pleno de todos contra el PP.